El poeta griego Cavafis. Foto│El Cultural. |
Constantino
Petrou Cavafis (Alejandría, 1863-1933) fue un poeta, funcionario y periodista greco-egipcio cuya obra se
difundió a partir de su muerte. En su obra se puede observar bien la
particularidad literaria del poeta, que prescinde los excesos líricos y se concentra más en la sobriedad y la narración. Ejemplo de lo anterior, la
breve muestra de escritos que a continuación se comparten.
A la
entrada del café
Algo que dijeron al lado mío
dirigió mi atención a la entrada del
café.
Y vi el hermoso cuerpo que parecía
como si el Amor lo hubiese forjado
con su más consumada
experiencia –
plasmando sus armoniosas formas con
alegría,
elevando esculturalmente la estatura;
plasmando con emoción el rostro
y dejando a través del tacto de sus
manos
un sentimiento en la frente, en los
ojos, y en los labios.
A
permanecer
Sería la una de la madrugada,
o la una y media.
En un rincón de la taberna:
detrás del tabique de madera.
Fuera de nosotros dos, el negocio
totalmente vacío.
Una lámpara de petróleo lo alumbraba
apenas.
En la puerta, dormitaba el sirviente
trasnochado.
No nos veía nadie. Pero ya
nos habíamos inflamado tanto,
que fuimos incapaces de precauciones.
Las ropas se entreabrieron -muchas no
eran
porque ardía un divino mes de julio.
Goce de la carne entre
las ropas semiabiertas:
desnudez fugaz del cuerpo -cuya
imagen
veintiséis años ha atravesado: y
ahora vino
a permanecer en este poema.
Antes
de que los cambiara el tiempo
Mucha pena sintieron por la
separación.
Ellos no lo querían: fueron las
circunstancias.
La necesidad de vivir hizo a uno de
ellos
marcharse lejos -Nueva York o Canadá.
Su amor ciertamente no era igual como
antes;
había disminuido gradualmente la
atracción,
había disminuido mucho la atracción.
Con todo separarse, ellos no lo
querían.
Fueron las circunstancias.- O acaso
como un artista
el Destino apareció separándolos
ahora
antes que se extinguiera su
sentimiento, antes que los
cambiara el tiempo:
será el uno para el otro cual si
siguiera siempre
siendo el hermoso muchacho de
veinticuatro años.
Así
tan intensamente contemplé
Así tan intensamente contemplé la
belleza,
que plena está mi vista de ella.
Líneas del cuerpo. Labios rojos.
Miembros voluptuosos.
Cabellos como tomados de estatuas
griegas:
siempre hermosos, aun cuando están
despeinados,
y caen, un poco, sobre las frentes
blancas.
Rostros del amor, tal como los anhelaba
mi poesía … en las noches de mi
juventud,
en mis noches, furtivamente,
hallados…
Candelabro
En una pieza vacía y pequeña, sólo
cuatro paredes,
y cubiertas por telas íntegramente
verdes,
está encendido un hermoso candelabro
y arde:
y en cada llama suya se abrasa
una pasión lasciva, un impulso
lascivo.
En la pequeña pieza, que brilla
iluminada
por el fuego vigoroso del candelabro,
no es en absoluto usual esta luz que
brota.
Para cuerpos sin audacia no está
hecha
la voluptuosidad de este calor.
Casa
con huerto
Quisiera tener una casa de campo
con un jardín muy grande -no tanto
por las flores, por los árboles, y
por el verdor
(por cierto que también se hallen:
son bellísimos),
sino para tener animales. Ah, ¡tener
animales!
Al menos siete gatos -dos bien
negros,
y dos albos como nieve, para el
contraste.
Un serio papagayo, para escucharlo
decir cosas con énfasis y convicción.
En cuanto a perros, creo que tres me
bastarían.
Quisiera también dos caballos (buenos
son los caballitos).
Y sobre todo tres o cuatro de
aquellos valiosos,
simpáticos, animales, los asnos,
que
estuvieran echados perezosamente, que menearan alegres sus cabezas.