De Crisis y Catarsis
o la biografía de un país contada por
un joven poeta
Melissa Merlo
UPNFM noviembre 2016
Cuenta la historia
que, en un país golpeado por su propia gente, hay un joven que lo defiende, que
lo define, que lo sufre y que lo ama. Yonny Rodríguez, le llaman... quien, como
dice el escritor argentino Mariano Garrido, en su libro La poesía como un arma, se apodera de la poesía y la
convierte en un recurso de denuncia. O digo yo, puede ser también que la
poesía, como ser esencial de la vida y la muerte, busca en el poeta un recurso
para hacerse ver, sentir, oler y palpar.
He construido este
escrito viviendo la crisis que Rodríguez manifiesta en su obra y buscando la
catarsis que no se encuentra sino después de su total lectura, exhalando un aire
cálido que aprieta los pulmones y que se lleva consigo la polución, que, al
descuido, puede llegar a respirarse otra vez sino te mueves de lugar en este
país que aprisiona.
He tomado a
Gallegos Díaz y sus postulados sobre el sujeto poético o sujeto lírico para que
oriente la interpretación que la obra me sugiere. Hilvano también las ideas de
otros teóricos o escritores dependiendo de la circunstancia poética que
presenta la obra.
Los poemas están
concatenados por el concepto de crisis, que es la manifestación que produce un
cambio abrupto, o una modificación relevante en el ambiente en el que nos
movemos, o una situación que se sale de lo común y perturba. La crisis puede
ser física o simbólica, creo que la obra que nos ocupa muestra ambas
dimensiones.
La crisis puede
manifestarse fuerte y pesada, como en el poema Sobre el silencio, en donde el sujeto poético es el silencio,
que, desde su aroma oscuro, desde su rencor mudo también estalla en una crisis.
SOBRE EL SILENCIO
El silencio tiene un aroma oscuro.
Gavilanes de podrida luz
picotean su bóveda.
Nadie lo saca de su quicio
porque nadie arriesga un susurro.
Se retuerce en espirales
y tiene un color ultramarino.
Ninguna detonación,
ningún grito lo hieren.
Sus tímpanos están
atascadísimos de placer.
Mas se queja, no se reprime,
en su interior estalla;
las fieras que le desgarran la piel
hacen saltar enrojecidas marejadas.
Al silencio del que hablo,
del que todos estamos empapados,
se le empañan los cristales,
se le revientan
de coraje los ojos.
La crisis también
tiene un punto de vista psicológico, en este sentido el poema La hiena, muestra dolor de
patria. Hay en el poema un sentido de denuncia que trasciende a un sujeto
poético colectivo para exteriorizar lo que el país sufre, lo que el ciudadano
vive a diario marcado por la represión, la violencia, la inseguridad de un país
entregado a muy pocos.
LA HIENA
A punta de dolor
nos domaron
nos formaron
el buenhábito de
no llorar. Ya nos condicionó esta
cacería.
Si nos preguntan el domicilio,
no decimos vivimos en;
respondemos
estamos muriendo...
Volcanadas sanguíneas
bañan
nuestra patria.
Las placas del mal
friccionan.
El ponzoñoso escorpión
por un lado; por el otro,
la hiena avara buenaparanada.
En tanto nosotros,
ojos relajados,
seguimos diseñando
nuestro sepulcro.
Apunta Gallegos
que el poema, cada vez más, es considerado una creación imaginaria que se
manifiesta en un contexto comunicativo, y se va alejando de la condición
autobiográfica que en épocas anteriores primaba en los poetas. En De Crisis y Catarsis se percibe este
concepto, que además el autor lo desarrolla muy bien con el manejo del lenguaje
cotidiano dentro de un esquema literario, incorporando la prosa, sin versar en
apariencia, pero con un ritmo y contenido que denotan la marca de los versos.
En este sentido el poema Film de
terror, reúne esas características, que fueron utilizadas para darle
profundidad a la temática, en este caso la realidad seca y cruda de la vida en
Honduras, escrita como una escena de cine, imagen perceptible.
FILM DE TERROR
I
¿Cuánto tiempo nos queda de vida aquí?
Ayer fueron siete los muertos, hoy ocho y más tarde no sabemos. Nos rocían con
plomo como plagas, mientras el hitler de paja hace fitness. Ocho en Choloma;
siete en Infiernito. Dos mortíferos ataques.
II
¿En qué fase de este invierno de sangre
nos encontramos? ¡Cómo reacciona la médula al pensar en el día que vendrán por
nosotros! Zumbido de oídos. Tensión en el cuello. Velocísimo lup-dup.
III
Hoy bajamos la cabeza furiosamente
apesarados. Hoy enterramos a nuestros hermanos, víctimas de este exterminio.
Decía Combe en los
años noventas, que "la facultad maestra del lirismo no es tanto la
imaginación como la memoria, pues la poesía ofrece la verdad de la vida,
confiesa la realidad. Ciertamente, De Crisis y Catarsis reúne esta condición ya
que muestra una circunstancia sin ambages, sin lenguaje rebuscado, alejándose
de la imagen sofisticada y despuntando un lenguaje coloquial, comprensible,
transparente. Un ejemplo claro de estas concepciones poética es el poema Nuestra
Verdad, que pone en manifiesto la pátina gris en que Honduras está
sumergida, que invariablemente lleva a la fatalidad.
NUESTRA VERDAD
Desfiguradas
en sangre de callejones
no reconocemos
nuestras caras
trizadas
enésimas veces
por el terror.
Muchos no tememos
venga la muerte,
siempre y cuando
nos tome
de frente y prestos.
Aun así,
salir a la esquina del día,
o de la noche,
es encaminar los pasos
a un viaje
de ida
infinito.
Dentro de la vida
cotidiana del hondureño promedio tiene un lugar preponderante la religiosidad.
No es un tema recurrente en De Crisis y Catarsis, pero acompaña la dura
realidad, la acrecienta, ya que de forma subliminal alude a un fanatismo, a una
actitud dogmática. Dice Gallegos que el sujeto poético tiene la libertad de
expresar lo que el poeta podría callar. El peso de la cruz permea un poema para
dejar evidencia de la pesada carga que el pueblo hondureño lleva en sus
hombros. Claro está, sin derecho a redención, mucho menos a resurrección. Es el
caso del poema Evangelio.
EVANGELIO
La inmutable realidad.
La cruz en espaldas del pueblo.
El aprendizaje en la vida
y las columnas de sangre y sal
impelen a decir
es verdad
únicamente
los que sucede
en este instante.
Cuando Goethe
escribe Poesía y verdad, comienza a enlazar la creación poética con las
experiencias de vida. Es aquí cuando la poesía comienza a visualizarse como una
expresión del yo del poeta, del autor. Era el pleno romanticismo y todo lo
escrito era considerado una absoluta creación y recreación de la realidad del
autor, del poeta. Luego con el tiempo, los postulados de Foucault y de Gallegos
van redefiniendo este sentido del yo en la poesía e identifican diferentes
tipos de sujetos dentro de la misma. Es así que Gallegos perfila tres tipos de
sujeto: el sujeto escritor (poeta), el yo empírico (sujeto vivencial), y el
sujeto lírico, o sujeto poético que viene a ser la manifestación de otros,
individuales o colectivos, en la poesía de un autor. El poema denominado A orillas de nos, muestra un
sujeto vivencial, un sujeto que ha vivido la experiencia única, pero a la vez
repetida, de la impotencia ante una realidad tan abrumadora como cotidiana.
A ORILLAS DE NOS
Lentos
y crípticos
son el mugido de un cello
y el extraviado vuelo
de un ala rota
cuando callamos
en casa y trabajo;
cuando estamos amarrados
a cruces con alambre de púas
de impotencia.
La inclusión de
breves espacios de prosa en De Crisis y Catarsis le da al libro ciertos
momentos de respiro y una especie de relatoría que profundiza tanto en el tema
como en el manejo del lenguaje literario, principalmente en las imágenes. A
este respecto hay un término que menciona Gallegos y es el de sujeto ético.
Este teórico retoma que un sujeto ético en la poesía puede ser en primer lugar
el poeta, el autor, y se da cuando la poesía es la manifestación de un
pensamiento sincero, viene cargada de verdad, no engaña, y por lo tanto se
identifica con el lector. En el poema Escafandras,
se puede observar este tipo de condición poética del sujeto, que trasciende al
yo poético del autor y manifiesta la telaraña oscura en que ha sido tejida la
sociedad y por consiguiente, las personas, el pueblo, debe buscar cualquier subterfugio
para protegerse de lo fatal, pero lamentablemente inevitable.
ESCAFANDRAS
Hace tiempo tuvimos que comprar escafandras autónomas
para navegar en este mar de llanto, de sangre; en estas honduras soterradas.
Equipo adecuado para evolucionar en tierras hondas de aire espesado y oliente a
glóbulos y plomo. Su blindaje está elaborado a partir de telares de escapismo y
exilio en el hogar o trabajo; ambos extraídos de nuestro interior. Esta
escafandra artesanal que llevamos encima no es de metal, plástico o materiales
sintéticos; es nuestra propia identidad y resistencia a no morir...
De Crisis y
Catarsis surge en un momento en que la poesía hondureña tiene un florecimiento
nunca antes visto, en un momento en que los escritores jóvenes, en el ímpetu de
sus años y de su historia han entrado en una etapa productiva sin precedentes e
incursionan en formas poéticas que rompen con los cánones tradicionales de la
poesía, incluso con las formas poéticas de los poetas hondureños de
generaciones cercanas, que en su momento rompieron con los esquemas existentes.
Esta nueva visión de la poesía, se da en todo Centroamérica. Los escritores y
los artistas están cada vez más unidos y se congregan en encuentros, tertulias,
redes sociales, en donde, en este caso la poesía, está a un clic de distancia.
Todos se compenetran. En este sentido, el manejo de los temas es más abierto
que antes, las estructuras rígidas se resquebrajan y dan paso a escritos
poéticos diferentes, inusuales, y por ello, atrayentes. Tal es el caso del
poema Purificación, cuya
tercera parte invita en un prosa sutil, a despojarse de la armadura del terror
que los hondureños llevamos, a veces sin saberlo.
PURIFICACIÓN
Cada quien elige la burbuja que le
conviene habitar. Y allí nos vemos orbitándonos, desorejados y sin pronunciar
fonema. Vivimos bajo la hegemonía del miedo y la dejadez. Apelamos a recursos
divinos, pero nada es tan sencillo como despojarnos de esta cota de terror.
Expone Gallegos
Díaz que el sujeto poético puede llegar a trascender al autor, incluso en los
poemas que más parecieran representarlo, los más sentidos, los de sentimiento
interno, los egoístas incluso. A veces la misma poesía busca la salida del yo
del autor para convertirse en un yo del sujeto poético, o en una voz colectiva
que expresa los sentimientos más profundos. Este es el caso del poema Mi elegía, que en principio
podría identificarse como un ejemplo claro del autor por sí mismo, pero que, al
ahondar en su lectura, deja al descubierto que el sujeto poético puede ser
cualquier hondureño, de este espacio, de este tiempo.
MI ELEGÍA
Ojos anegados
de lágrimas que titilan y no caen.
Este dolor
no se alardea;
¡recrudece en lo más hondo del pecho!
La masacre de la naturaleza
arrasa con impiedad mis obeliscos.
¡Cómo se ensaña ella,
cómo pone colorado
el verde de mi devoción!
Los pinos en su llanto
se inclinan unos contra otros;
quisieran escapar de
la sierra que los hostiga.
Cuando cada ocote exhala brea
-sangre densa y ambarina-
no hace menos que llorar así
la vida que se le escapa.
Hay tristeza en mí
por los Hunahpús e Ixbalanqués caídos;
por los que anhelaron punzar al cielo
con su andanada de agujas...
Para cerrar estas
cortas reflexiones sobre la obra de Rodríguez quiero hacer énfasis en la
actualidad de los temas tratados, que sin redundancias reclaman un espacio y un
tiempo propios. Inmersos todos en la vida cotidiana hondureña, que por
cotidiana tristemente incomprendida, permiten ver, desde una perspectiva
limpia, sin tapujos, una realidad que abruma, que pesa, que mata, posiblemente
muy ajena a otros países, incluso de la región. En este escenario uno de los
últimos poemas del libro recoge la esencia de todo lo que en el país ocurre, es
el poema Una pintura, dedicado
a la vida de la ambientalista y defensora de los derechos humanos, Berta
Cáceres. La historia del asesinato e inmortalización de Berta Cáceres, como lo
fue en su momento la de Janeth Kawas, otra defensora del medio ambiente
hondureño, se encuentran en este poema que resume la situación de inseguridad,
miedo, ultraje, impotencia e indefensión en que vive Honduras, pero el poema no
llora, no teme, no se amedrenta, más bien se levanta, grita, ama, se enardece,
invita a continuar una lucha que fue de ella, que es de todos.
Decía Roland
Barthes en Fragmentos de un discurso
amoroso: «El lenguaje es una piel: yo froto mi lenguaje contra el
otro». Rodríguez captura esta idea y hace lo mismo, frota su lenguaje fuerte,
dinámico, arrebatado de la vida cotidiana, sentido, expresivo, contra un lector
que muy posiblemente se sentirá identificado al encontrar en su obra la misma
situación de vida que lo persigue cada día en Honduras.
UNA PINTURA
Berta
espolea las olas del Río Gualcarque,
su pelo se mece como
la copa de un roble joven.
Nació para ser intrépida,
profusa en su litigar;
es verde por fuera,
furia por dentro:
broncas llamaradas se amotinan en su
pecho.
Aquí viene;
cabalga delante
de un tsunami de gente.
Sus enemigos relamen sus pisadas
de agua, de roca, de madera.
La mirada de Berta
es perpetuamente rígida,
torrencialmente dulce.
Berta está aquí, en tu pecho,
en la ventana de mi memoria.
Berta es retoño; crece,
se impone, se reproduce en el corazón
masivo.
Berta siempre es fresca y vigorosa
primavera;
lluvia que cae sobre los hermanos de su
tierra.
Berta es la cara de la luna,
el relente fijo,
el sudor estrechado con el compadre.
Es madre, amiga e hija;
compañera con puño arriba.
La guerrera de palabra en boca,
de acción continua: la Artemisa
contemporánea.
Berta espanta los crueles Poseidones
de negra sangre,
de sangre azul;
los de ojos rasgados
que traen ideas caóticas.
Berta es rosa náutica;
sus cuatro puntas se reparten
por los confines
propagando
el rumbo de su lucha.
Nadie humedezca sus ojos
con lágrimas de dolor
si Berta va a navegar
en su rugiente ola.
Volverá más espigada y fornida
y vigente en el lidiar de su pueblo.
Berta jamás se irá de nosotros;
vivirá en el recuerdo de su quehacer,
en cada lucha cotidiana,
porque Berta, nuestra Bertita, es
pujaguante,
trépano, arado, nepente
y lleva el morral abundante
de sueños y conjuros.