A muchos les puede parecer de mal gusto ver las paredes de las
ciudades pintadas con dibujos y letras, tal vez por la idea que se tiene de
que tal acción podría responder a actos vandálicos.
No obstante, hay otras personas que lo ven desde otro punto de vista, es
decir, como una manera de haber
evolucionado. El humano siempre busca más, no se conforma, por tanto, lo cotidiano
le resulta insuficiente y reacciona pintando lienzosen muros y paredes para proponer algo, un algo
que está dentro de sí mismo.
En Honduras, como en todo el mundo, el graffiti sirve como medio de protesta; una especie de guerrilla contra la corrupción. |
El arte del graffiti existe desde principios
de la historia del hombre, manifestaciones como las de las cuevas de
Lascaux, en Francia, atestiguan cómo se plasmaba con huesos y piedras en las
paredes este arte, por lo tanto,
no es nuevo, y decimos esto para apagar esa alarma que se enciende cuando se
aborda este tema en sociedades como la nuestra.
Por ejemplo, en la Grecia antigua se han encontrado fragmentos de arcilla que contenían textos, asimismo, tras excavaciones en
Pompeya, se encontró gran cantidad de graffiti, que incluía eslóganes
electorales, dibujos y todo tipo de obscenidades.
Así
podemos decir también que durante la II Guerra Mundial, el nazismo utilizó
las pintadas en las paredes como parte de su maquinaria propagandística
para provocar el odio hacia los judíos y disidentes.
Pese a lo anterior, el graffiti también fue
importante para los movimientos de resistencia como método para hacer
pública su oposición. Un ejemplo de ello fue La Rosa Blanca, un grupo de
estudiantes alemanes que a partir de 1942 manifestó su rechazo a Hitler y a su
régimen a través de panfletos y pintadas, hasta que sus miembros fueron
detenidos en 1943.
De igual forma, estudiantes franceses recurrieron
con frecuencia a la técnica del pochoir
(término francés para designar el graffiti realizado con plantilla), precursora
del actual movimiento del stencil (graffiti con plantilla).
El actual graffiti comenzó a expresarse a finales
de 1970 en Nueva York y Filadelfia, donde artistas como Taki 183, Julio 204,
Cat 161 y Cornbread empezaron a pintar sus nombres en paredes o en las estaciones
del metro de Manhattan.
ANTES Y DESPUÉS| Las acciones de la AMDC volvieron tristes y desfallecientes las paredes de Tegucigalpa. |
Ya en
Honduras la forma de pensar es bien diferente, sobre todo, la de los políticos.Para
el caso, hace no menos de un año la Alcaldía Municipal del Distrito Central (AMDC) emprendió el borrado de graffiti inserto
en paredes, muros y puentes so pretexto que “estaban limpiando la ciudad”.
Estas acciones desataron, y no era de esperarse, un alud de críticas en contra de
la Alcaldía capitalina y de Octavio
Pineda, el asesor municipal y promotor de la avasalladora idea que arrasó,
entre otras, con obras alusivas a la mujer que tenían su respectivo permiso y que
además habían sido patrocinadas por entes internacionales.
A esta se le unieron los siempre conservadores grupos de empresarios y
hasta cierta fracción de la sociedad civil, que manifestó su total rechazo, ya
por no estar adaptados a esta forma de arte, ya por influencias que movían al
disgusto.
Artistas como Doc, Maeztro Urbano, Cariqui y Rootz reaccionaron en aquel entonces
ante las acusaciones edilicias surgidas a partir del supuesto que ellos intervenían
en los espacios privados, no obstante estos se defendieron explicando que lo hacían
con el permiso de la administración anterior.
Por otro lado, este medio de comunicación ha estado consultando a la población
respecto de este movimiento urbano, y los resultados de las encuestas arrojan
que los jóvenes están de acuerdo, siempre que se respete la propiedad privada y
no se grafiteen dibujos obscenos o que atenten contra la moral y las buenas
costumbres.
En tanto, los adultos mayores que no
crecieron bajo esta influencia se muestran reacios, expresan que tal arte no es
menos que una manifestación vandálica heredada de los antisociales; otro sector
asiente que los lienzos mediante su fiesta de líneas y colores le confieren
alegría a la dictadura del gris, es decir, a las mastodónticas obras de
infraestructura que cada día emergen en la capital hondureña.
Es oportuno repetir que la pareja dispar formada por políticos y
artistas nunca se ha llevado bien, por lo que es fácil deducir las acciones que
manan de los primeros en mención.
No hay lugar para dudas que los grafiteros deben ejercer una doble
labor, que va desde seguir construyendo su pictórica hasta esforzarse para que
la sociedad por fin acepte al graffiti como un arte que le da voz al pueblo
mediante los muros, es decir, desaparecer ese concepto de vandalismo que se
maneja.
Los artistas callejeros se oponen al sistema de regulación de la comuna
capitalina creado después del fuego cruzado que dio a raíz del borrado, y mediante
el cual se pretende asignar espacios públicos a los grafiteros. Estos critican
esta imposición como un atentado contra la razón de ser del graffiti.
Pese a estas ideas retrógradas que solo
expresan una postura de dinosaurios en pleno siglo XXI, algunos centros
culturales como el Museo para Identidad Nacional, a fin de asimilar todas las
manifestaciones de arte, incorpora en sus exhibiciones contemporáneas al graffiti,
de similar manera, la embajada estadounidense canaliza fondos para promoverlo y
divulgarlo.
Hay tanto por hacer en este país, como reconstruir su sociedad desde sus
bases, al mismo tiempo inyectarle a manera de patrimonio mental que el arte no
es vandalismo, no es ocio, ni mucho menos perder el tiempo.
Este
día se llevó a efecto el Street Art, una
pintada en la salida al oriente hondureño, donde cientos de writers dejaron su huella mediante trazos,
un carnaval de colores y pigmentos, para así hacer saber que el arte callejero
es liberador, que confiere propiedad para reaccionar contra la realidad actual
y contra todo lo que parece establecido por el sistema.
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