Si no
fuera fuerte
me le
hubiera
tirado,
como los
lobos;
me le
hubiera
echado
como
hace el
cielo
sobre el
mundo.
Sentía,
en aquel
momento,
una
espontánea
de
impulsos
de
garras prensiles;
sentía
su presencia
imponente,
su
cálida mirada verde
flotando
sobre mí.
Allí fui
feliz,
con
usted,
a su
lado;
con su
piel
tan
cerca;
con su
piel
infinita
de
bellos
dorados.
¿Cierto
que no sabe
que me
gusta?
¿cierto
que ignora
que
usted a uno
lo pone
de
correr?
(como si
fuera bonito
tenerla
al lado
y estar
con la humanidad
en
llamas.)
¿Cómo se
siente
ver
desde
adentro
de esos
vitrales
esmeraldas?
¿Y qué
me dice
de su
blonda
y aérea
cabellera
chorreando
por sus
hombros?
Sé que
no sabe.
No sabe
porque
usted
es así…
así de
natural
y
lumínicamente
bella.
Déjeme,
a ciegas,
sublimar
su
sonrisa:
esa
gestión
esporádica
que en
unos
instantes
el
tiempo
captura
y mi
mente
archiva.
No se
vaya
-le
dije,
con voz
inaudible-,
mientras
escaneaba
ese su
continente
femenino.
Pero se
fue,
con su
sonrisa
de
cristal.
Por allí
la veré
evolucionar
en flor:
un
híbrido
entre
flor
y mujer;
por allí
la veré
y le
hablaré
con los
ojos
y le
reiré
y le
daré
el paso
y le
pediré
susexquisitas
reflexiones.
Su
estancia mejor,
mi
pequeña
espiga
dorada,
son mis
brazos,
se los
ofrezco,
y
póngales,
como
sazón extra,
un
devaneo.
Venga,
la
invito.
Hoy
usted
es musa,
es verso
bonito,
humilde
y
sincero.
Hoy soy
uno más
que
exalta
su
soberana
belleza.
20 de octubre de 2013
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