Atisbo a César Vallejo

César Vallejo (1892-1938)


Nació en Santiago de Chuco, Perú, en 1892. En 1918 publica su primer libro de poemas: Los heraldos negros. En 1920 es encarcelado durante 112 días. En 1922 publica Trilce; un año después, publica algunas prosas y viaja a París.


En 1928 viaja a la Unión Soviética y a su regreso a París rompe con el APRA. En 1929 regresa a la Unión Soviética y un año después viaja a España. Regresa a París pero es expulsado por razones políticas; se translada entonces a España de nuevo.

En 1931 publica su novela Tugsteno. Viaja de nuevo a la Unión Soviética y se inscribe en el Partido Comunista de España. En 1932 regresa a París y vive en la ilegalidad. En 1937 asiste al Congreso de Escritores Antifascistas en Madrid.

Murió en Paris, en 1938.


OBRAS:
Poesía
Los Heraldos Negros, sin pie de imprenta, Lima, 1918.
Trilce, prólogo de Antenor Orrego, Talleres Tipográficos de la Pentenciaría, Lima, 1922.
España, aparta de mí este cáliz, sin pie de imprenta, Guerra de Independencia, España, 1939
Poemas Humanos (1923-1938), colofón de Luis Alberto Sánchez y Jean Cassou; nota bibliográfica de Raúl Porras Barrenechea, París, Les editions des Presses Modernes, 1939


Narrativa
Escalas, Talleres Tipográficos de la Penitenciaría, Limas, 1923
Fabla salvaje, prólogo de Pedro Barrantes, colección “La Novela Peruana”, año I, núm. 9, Lima, 1923
El Tungsteno, Editorial Cenit, colección “La Novela Proletaria”, Madrid, 1931

Tesis, ensayos
El Romanticismo en la literatura castellana, tesis para optar el grado de Bachiller en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de La Libertadd, Trujillo, Tipografía Olaya, 1915
Rusia en 1931, reflexiones al pie del Kremlin, Madrid, Ediciones Ulises, colección “Nueva Política”, 1931


Trilce


Hay un lugar que yo me sé 

en este mundo, nada menos, 
adonde nunca llegaremos. 

Donde, aun si nuestro pie 
llegase a dar por un instante 
será, en verdad, como no estarse. 

Es ese sitio que se ve 
a cada rato en esta vida, 
andando, andando de uno en fila. 

Más acá de mí mismo y de 
mi par de yemas, lo he entrevisto 
siempre lejos de los destinos. 

Ya podéis iros a pie 
o a puro sentimiento en pelo, 
que a él no arriban ni los sellos. 

El horizonte color té 
se muere por colonizarle 
para su gran Cualquiera parte. 

Mas el lugar que yo me sé, 
en este mundo, nada menos, 
hombreado va con los reversos. 

¿Cerrad aquella puerta que 
está entreabierta en las entrañas 
de ese espejo. ?¿Está?? No; su hermana. 

No se puede cerrar. No se 
puede llegar nunca a aquel sitio 
do van en rama los pestillos. 

Tal es el lugar que yo me sé.



Espergesia


Yo nací un día 

que Dios estuvo enfermo. 

Todos saben que vivo, 
que soy malo; y no saben 
del diciembre de ese enero. 
Pues yo nací un día 
que Dios estuvo enfermo. 

Hay un vacío 
en mi aire metafísico 
que nadie ha de palpar: 
el claustro de un silencio 
que habló a flor de fuego. 

Yo nací un día 
que Dios estuvo enfermo. 

Hermano, escucha, escucha... 
Bueno. Y que no me vaya 
sin llevar diciembres, 
sin dejar eneros. 
Pues yo nací un día 
que Dios estuvo enfermo. 

Todos saben que vivo, 
que mastico... y no saben 
por qué en mi verso chirrían, 
oscuro sinsabor de ferétro, 
luyidos vientos 
desenroscados de la Esfinge 
preguntona del Desierto. 

Todos saben... Y no saben 
que la Luz es tísica, 
y la Sombra gorda... 
Y no saben que el misterio sintetiza... 
que él es la joroba 
musical y triste que a distancia denuncia 
el paso meridiano de las lindes a las Lindes. 

Yo nací un día 
que Dios estuvo enfermo, 
grave.



España, aparta de mí este cáliz


Niños del mundo,
si cae España -digo, es un decir-
si cae
del cielo abajo su antebrazo que asen,
en cabestro, dos láminas terrestres;
niños, ¡qué edad la de las sienes cóncavas!
¡qué temprano en el sol lo que os decía!
¡qué pronto en vuestro pecho el ruido anciano!
¡qué viejo vuestro 2 en el cuaderno!

¡Niños del mundo, está
la madre España con su vientre a cuestas;
está nuestra maestra con sus férulas,
está madre y maestra,
cruz y madera, porque os dio la altura,
vértigo y división y suma, niños;
está con ella, padres procesales!

Si cae -digo, es un decir- si cae
España, de la tierra para abajo,
niños, ¡cómo vais a cesar de crecer!
¡cómo va a castigar el año al mes!
¡cómo van a quedarse en diez los dientes,
en palote el diptongo, la medalla en llanto!
¡Cómo va el corderillo a continuar
atado por la pata al gran tintero!
¡Cómo vais a bajar las gradas del alfabeto
hasta la letra en que nació la pena!

Niños,
hijos de los guerreros, entre tanto,
bajad la voz, que España está ahora mismo repartiendo
la energía entre el reino animal,
las florecillas, los cometas y los hombres.
¡Bajad la voz, que esta
con su rigor, que es grande, sin saber
qué hacer, y está en su mano
la calavera hablando y habla y habla,
la calavera, aquélla de la trenza,
la calavera, aquélla de la vida!

¡Bajad la voz, os digo;
bajad la voz, el canto de las sílabas, el llanto
de la materia y el rumor menor de las pirámides, y aún
el de las sienes que andan con dos piedras!
¡Bajad el aliento, y si
el antebrazo baja,
si las férulas suenan, si es la noche,
si el cielo cabe en dos limbos terrestres,
si hay ruido en el sonido de las puertas,
si tardo,
si no veis a nadie, si os asustan
los lápices sin punta, si la madre
España cae -digo, es un decir-
salid, niños del mundo; id a buscarla!

Comentarios