Juan Ramón Molina (1875 - 1908)


Poeta ante todo

    Abandonó sus estudios de Derecho para dedicarse de lleno a la literatura. Cuando vivía en Guatemala, donde realizaba sus estudios, conoció a Rubén Darío y trabó con él fuertes lazos de amistad. Es importante recordar que Molina es considerado, después de Darío, como el más grande poeta modernista de Centroamérica. Al igual que otros de sus contemporáneos, como Froylán Turcios, llevaba el periodismo en la sangre. En este campo, fundó en Tegucigalpa diario El Cronista que más tarde, al fundirse con El Diario, dio origen al Diario de Honduras, en 1899.
  Antes, en Guatemala, había editado El Bien Público (1893) y colaboró con La Ilustración Guatemalteca (1896). Otros hitos en su vida periodística fueron la fundación de El Día, en 1904 y, en 1906, en compañía de Augusto C. Coello, la revista literaria Espíritu. Unos meses antes de morir fundó en El Salvador, con Julián López Pineda, la revista Ritos. En 1906 fue nombrado secretario de la delegación hondureña que asistió a la Conferencia Panamericana de Río de Janeiro, Brasil. Ahí, se encontró con Darío nuevamente y elaboró su magnífica y conocida composición poética «Salutación a los poetas brasileros», que el mismo Darío consideró como superior a la suya.
  La obra de este hondureño ha tenido, póstumamente —porque en vida Molina no publicó libro alguno—, un justo reconocimiento, como lo atestiguan los ensayos y escritos de Miguel Ángel Asturias, Rubén Darío, Rafael Heliodoro Valle, Max Henriquez Ureña, Hugo Lindo, William Chaney y Enrique Gonzalez Martínez, entre otros. 
  OBRA. Prosa y verso: Una muerta (poema elegíaco, 1905); Prefacio a la novela hondureña Annabel Lee, de Froylán Turcios (1906); Añoranzas (1906); Tierras, mares y cielos (edición póstuma, recopilada por Froylán Turcios, 1913); Tierras, mares y cielos (edición coordinada por Ricardo Alduvín, conteniendo sólo poesía, México, 1929); Homenaje a Juan Ramón Molina (Honduras, 1934); Tierras, mares y cielos (edición coordinada por el publicista Ismael Zelaya, con dibujos de Enrique Galindo, prólogo de Enrique González Martínez y bibliografía de R. H. Valle, Honduras, 1937); Tierras, mares y cielos (edición de dos tomos, verso y prosa, con prólogo de Argentina Díaz Lozano y bibliografía de R. H. Valle, Guatemala, 1947); Águilas y cóndores, homenaje a las misiones diplomáticas (Honduras, 1951); Brújula eterna (Ediciones Pegaso, Honduras, 1958); Juan Ramón Molina, antología en verso y prosa (edición con prólogo de Miguel Ángel Asturias, El Salvador, 1959); Vida y obra de Juan Ramón Molina (edición con prólogo de Carlos Manuel Arita Palomo, homenaje de la ODECA, El Salvador, 1959); Tierras, mares y cielos (edición de EDUCA, Costa Rica, con un estudio de Julio Escoto, 1977, 1982); Prosas (Honduras, 1984); 6 narraciones de Juan Ramón Molina (Honduras, 1986); Tierras, mares y cielos (prólogo de Rigoberto Paredes, Honduras, 1992); Tierras, mares y cielos (Honduras, 1993); J. R. Molina, su obra y su vida (contiene toda la obra poética y dos libros: Lo que dijo don Fausto y Habitante de la Osa, 1994); Juan Ramón Molina. Sus mejores páginas (Tegucigalpa, 2003). Alrededor de la obra y figura de J. R. Molina se han escrito, entre otros, los siguientes estudios y biografías: Juan Ramón Molina (William Chaney, 1922); Apología de Juan Ramón Molina (Jesús Castro Blanco, 1936); Juan Ramón Molina (Marcos Carías Reyes, 1943); Habitante de la Osa (Eliseo Perez Cadalso, 1966); Juan Ramón Molina (Humberto Rivera y Morillo, 2 tomos, 1966); Juan Ramón Molina (Víctor Cáceres Lara, 1975, 1982); Juan Ramón Molina: El poeta de Honduras (Eufemiano Claros, 1954); Lo que dijo don Fausto (Arturo Oquelí, 1948); Un discurso y un poema a J. R. M. (1958).

Fuente: Editorial Guaymuras

  Además, en este enlace pueden encontrar una entrevista que le realizaron hace 109 años. El diálogo entre el poeta Molina y el doctor Zúñiga se produjo a raíz del retorno de Molina a su patria, luego de asistir – junto al poeta Froylán Turcios a la Conferencia Panamericana de Río de Janeiro, como miembros de la delegación oficial de nuestro país, presidida por el doctor Fausto Dávila.


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PESCA DE SIRENAS

Péscame una sirena, pescador sin fortuna,
que yaces pensativo del mar junto a la orilla.
Propicio es el momento, porque la vieja luna
como un mágico espejo entre las olas brilla.

Han de venir hasta esta ribera, una tras una,
mostrando a flor de agua el seno sin mancilla,
y cantarán en coro no lejos de la duna,
su canto, que a los pobres marinos maravilla.

Penetra al mar entonces y coge la más bella,
con tu red envolviéndola. No escuches su querella,
que es como el llanto aleve de la mujer. El sol

la mirará mañana –entre mis brazos loca–
morir –bajo el divino martirio de mi boca–
moviendo entre mis piernas su cola tornasol.


SALUTACIÓN A LOS POETAS BRASILEROS

Con una gran fanfarria de roncos olifantes,
con versos que imitasen un trote de elefantes
en una vasta selva de la India ecuatorial,
quisiera saludaros -hermanos en el duelo-
en las exploraciones por la tierra y el cielo,
en el martirologio de los circos del mal.

Mi Pegaso conoce los azules espacios.
Su cola es un cometa, sus ojos son topacios,
el rubio Apolo y Marte cabalgarían en él;
relinchará en los céspedes de vuestro bosque umbrío,
se abrevará en las aguas de vuestro sacro río,
y dormirá a la sombra de vuestro gran laurel!

Venir pude en la concha de Venus Citerea,
sobre el áspero lomo del león de Nemea,
en el ave de Júpiter o en un fiero dragón;
en la camella blanca de una reina de Oriente,
en el cuerpo ondulante de una alada serpiente,
a bordo de la lírica galera de Jasón.

O en la fornida espalda de un genio misterioso,
o envuelto en la vorágine de un viento proceloso,
o de una negra nube en el glacial capuz;
en la marea argentina de una luna de mayo,
asido del relámpago flamígero de un rayo,
o con los duendes gárrulos que juegan en la luz.

Mas en Pegaso vine desde remotos climas,
señor, príncipe, rey o emperador de rimas
sobre el confuso trueno del piélago febril:

¡Salve al coro de Anfiones de estas tierras fragantes!
¡A todos los orfeos del país de los diamantes!
¡A todos los que pulsan su lira en el Brasil!

Tal digo, hermanos míos en la prosapia ibérica.
Saludemos la gloria futura de la América,
que todas las espigas se junten en un haz.
Unamos nuestras liras y nuestros corazones,
que ha llegado el crepúsculo de las anunciaciones,
para que baje el ángel de la celeste paz!

Augurio de ese día se ve en el horizonte.
Hoy tres aves volaron desde un florido monte;
yo las miré perderse en el naciente albor:
un cóndor –que es el símbolo de la fuerza bravía–
un búho –que es el símbolo de la sabiduría–
y una paloma cándida –símbolo del amor–.

Dijo el Cóndor, gritando: la unión da la victoria,
el búho, en un silbido: el saber da la gloria,
la paloma, en su arrullo: el amor da la fe.
Yo –que escruto el enigma de nuestro gran destino–
ante el casual augurio del cielo matutino
siguiendo los tres pájaros en éxtasis quedé.

Pero Pegaso aguarda. Sobre su fuerte lomo
gallardamente salto en un instante, como
el Cid sobre Babieca. Me voy hacia el azur.
¿Acaso os interesa mi suerte misteriosa?
¡Buscadme en mi magnífico palacio de la Osa,
o en mi torre de oro, junto a la Cruz del Sur!


METEMPSICOSIS

Del ancho mar sonoro fui pez en los cristales,
que tuve los reflejos de gemas y metales.
Por eso amo la espuma, los agrios peñascales,
las brisas salitrosas, los vívidos corales.

Después, aleve víbora de tintes caprichosos,
magnéticas pupilas, colmillos venenosos.
Por eso amo las ciénagas, los parajes umbrosos,
los húmedos crepúsculos, los bosques calurosos.

Pájaro fui en seguida en un vergel salvaje,
que tuve todo el iris pintado en el plumaje.
Amo flores y nidos, el frescor del ramaje,
los extraños insectos, lo verde del paisaje.

Tornéme luego en águila de porte audaz y fiero,
tuve alas poderosas, garras de fino acero.
Por eso amo la nube, el alto pico austero,
el espacio sin límites, el aire vocinglero.

Después, león bravío de profusa melena,
de tronco ágil y fuerte y mirada serena.
Por eso amo los montes donde su pecho truena,
las estepas asiáticas, los desiertos de arena.
Hoy (convertido en hombre por órdenes obscuras),
siento en mi ser los gérmenes de existencias futuras.
Vidas que han de encumbrarse a mayores alturas
o que han de convertirse en génesis impuras.

¿A qué lejana estrella voy a tender el vuelo,
cuando se llegue la hora de buscar otro cielo?
¿A qué astro de ventura o planeta de duelo,
irá a posarse mi alma cuando deje este suelo?

¿O descendiendo en breve (por secretas razones),
de la terrestre vida todos los escalones,
aguardaré, en el limbo de largas gestaciones,

el sagrado momento de nuevas ascensiones?

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