Poeta ante todo
Abandonó sus estudios de Derecho para dedicarse de lleno
a la literatura. Cuando vivía en Guatemala, donde realizaba sus estudios,
conoció a Rubén Darío y trabó con él fuertes lazos de amistad. Es importante
recordar que Molina es considerado, después de Darío, como el más grande poeta
modernista de Centroamérica. Al igual que otros de sus contemporáneos, como
Froylán Turcios, llevaba el periodismo en la sangre. En este campo, fundó en
Tegucigalpa diario El Cronista que más tarde, al fundirse con El Diario, dio
origen al Diario de Honduras, en 1899.
Antes, en
Guatemala, había editado El Bien Público (1893) y colaboró con La Ilustración
Guatemalteca (1896). Otros hitos en su vida periodística fueron la fundación de
El Día, en 1904 y, en 1906, en compañía de Augusto C. Coello, la revista
literaria Espíritu. Unos meses antes de morir fundó en El Salvador, con Julián
López Pineda, la revista Ritos. En 1906 fue nombrado secretario de la
delegación hondureña que asistió a la Conferencia Panamericana de Río de
Janeiro, Brasil. Ahí, se encontró con Darío nuevamente y elaboró su magnífica y
conocida composición poética «Salutación a los poetas brasileros», que el mismo
Darío consideró como superior a la suya.
La obra de este
hondureño ha tenido, póstumamente —porque en vida Molina no publicó libro
alguno—, un justo reconocimiento, como lo atestiguan los ensayos y escritos de
Miguel Ángel Asturias, Rubén Darío, Rafael Heliodoro Valle, Max Henriquez
Ureña, Hugo Lindo, William Chaney y Enrique Gonzalez Martínez, entre otros.
OBRA. Prosa y
verso: Una muerta (poema elegíaco, 1905); Prefacio a la novela hondureña
Annabel Lee, de Froylán Turcios (1906); Añoranzas (1906); Tierras, mares y
cielos (edición póstuma, recopilada por Froylán Turcios, 1913); Tierras, mares
y cielos (edición coordinada por Ricardo Alduvín, conteniendo sólo poesía,
México, 1929); Homenaje a Juan Ramón Molina (Honduras, 1934); Tierras, mares y
cielos (edición coordinada por el publicista Ismael Zelaya, con dibujos de
Enrique Galindo, prólogo de Enrique González Martínez y bibliografía de R. H.
Valle, Honduras, 1937); Tierras, mares y cielos (edición de dos tomos, verso y
prosa, con prólogo de Argentina Díaz Lozano y bibliografía de R. H. Valle,
Guatemala, 1947); Águilas y cóndores, homenaje a las misiones diplomáticas
(Honduras, 1951); Brújula eterna (Ediciones Pegaso, Honduras, 1958); Juan Ramón
Molina, antología en verso y prosa (edición con prólogo de Miguel Ángel
Asturias, El Salvador, 1959); Vida y obra de Juan Ramón Molina (edición con
prólogo de Carlos Manuel Arita Palomo, homenaje de la ODECA, El Salvador,
1959); Tierras, mares y cielos (edición de EDUCA, Costa Rica, con un estudio de
Julio Escoto, 1977, 1982); Prosas (Honduras, 1984); 6 narraciones de Juan Ramón
Molina (Honduras, 1986); Tierras, mares y cielos (prólogo de Rigoberto Paredes,
Honduras, 1992); Tierras, mares y cielos (Honduras, 1993); J. R. Molina, su
obra y su vida (contiene toda la obra poética y dos libros: Lo que dijo don
Fausto y Habitante de la Osa, 1994); Juan Ramón Molina. Sus mejores páginas
(Tegucigalpa, 2003). Alrededor de la obra y figura de J. R. Molina se han
escrito, entre otros, los siguientes estudios y biografías: Juan Ramón Molina
(William Chaney, 1922); Apología de Juan Ramón Molina (Jesús Castro Blanco,
1936); Juan Ramón Molina (Marcos Carías Reyes, 1943); Habitante de la Osa
(Eliseo Perez Cadalso, 1966); Juan Ramón Molina (Humberto Rivera y Morillo, 2
tomos, 1966); Juan Ramón Molina (Víctor Cáceres Lara, 1975, 1982); Juan Ramón
Molina: El poeta de Honduras (Eufemiano Claros, 1954); Lo que dijo don Fausto
(Arturo Oquelí, 1948); Un discurso y un poema a J. R. M. (1958).
Fuente: Editorial Guaymuras
Además, en este
enlace pueden encontrar una entrevista que le realizaron hace 109 años. El
diálogo entre el poeta Molina y el doctor Zúñiga se produjo a raíz del retorno
de Molina a su patria, luego de asistir – junto al poeta Froylán Turcios a la
Conferencia Panamericana de Río de Janeiro, como miembros de la delegación
oficial de nuestro país, presidida por el doctor Fausto Dávila.
http://goo.gl/hZpygt
PESCA DE SIRENAS
Péscame una sirena,
pescador sin fortuna,
que yaces pensativo
del mar junto a la orilla.
Propicio es el
momento, porque la vieja luna
como un mágico
espejo entre las olas brilla.
Han de venir hasta
esta ribera, una tras una,
mostrando a flor de
agua el seno sin mancilla,
y cantarán en coro
no lejos de la duna,
su canto, que a los
pobres marinos maravilla.
Penetra al mar
entonces y coge la más bella,
con tu red
envolviéndola. No escuches su querella,
que es como el
llanto aleve de la mujer. El sol
la mirará mañana
–entre mis brazos loca–
morir –bajo el
divino martirio de mi boca–
moviendo entre mis
piernas su cola tornasol.
SALUTACIÓN A
LOS POETAS BRASILEROS
Con una gran
fanfarria de roncos olifantes,
con versos que
imitasen un trote de elefantes
en una vasta selva
de la India ecuatorial,
quisiera saludaros
-hermanos en el duelo-
en las
exploraciones por la tierra y el cielo,
en el martirologio
de los circos del mal.
Mi Pegaso conoce
los azules espacios.
Su cola es un
cometa, sus ojos son topacios,
el rubio Apolo y
Marte cabalgarían en él;
relinchará en los
céspedes de vuestro bosque umbrío,
se abrevará en las
aguas de vuestro sacro río,
y dormirá a la
sombra de vuestro gran laurel!
Venir pude en la
concha de Venus Citerea,
sobre el áspero
lomo del león de Nemea,
en el ave de
Júpiter o en un fiero dragón;
en la camella
blanca de una reina de Oriente,
en el cuerpo
ondulante de una alada serpiente,
a bordo de la
lírica galera de Jasón.
O en la fornida
espalda de un genio misterioso,
o envuelto en la
vorágine de un viento proceloso,
o de una negra nube
en el glacial capuz;
en la marea
argentina de una luna de mayo,
asido del relámpago
flamígero de un rayo,
o con los duendes
gárrulos que juegan en la luz.
Mas en Pegaso vine
desde remotos climas,
señor, príncipe,
rey o emperador de rimas
sobre el confuso
trueno del piélago febril:
¡Salve al coro de
Anfiones de estas tierras fragantes!
¡A todos los orfeos
del país de los diamantes!
¡A todos los que
pulsan su lira en el Brasil!
Tal digo, hermanos
míos en la prosapia ibérica.
Saludemos la gloria
futura de la América,
que todas las
espigas se junten en un haz.
Unamos nuestras
liras y nuestros corazones,
que ha llegado el
crepúsculo de las anunciaciones,
para que baje el
ángel de la celeste paz!
Augurio de ese día
se ve en el horizonte.
Hoy tres aves
volaron desde un florido monte;
yo las miré
perderse en el naciente albor:
un cóndor –que es
el símbolo de la fuerza bravía–
un búho –que es el
símbolo de la sabiduría–
y una paloma
cándida –símbolo del amor–.
Dijo el Cóndor,
gritando: la unión da la victoria,
el búho, en un
silbido: el saber da la gloria,
la paloma, en su
arrullo: el amor da la fe.
Yo –que escruto el
enigma de nuestro gran destino–
ante el casual
augurio del cielo matutino
siguiendo los tres
pájaros en éxtasis quedé.
Pero Pegaso
aguarda. Sobre su fuerte lomo
gallardamente salto
en un instante, como
el Cid sobre
Babieca. Me voy hacia el azur.
¿Acaso os interesa
mi suerte misteriosa?
¡Buscadme en mi
magnífico palacio de la Osa,
o en mi torre de
oro, junto a la Cruz del Sur!
METEMPSICOSIS
Del
ancho mar sonoro fui pez en los cristales,
que
tuve los reflejos de gemas y metales.
Por
eso amo la espuma, los agrios peñascales,
las
brisas salitrosas, los vívidos corales.
Después,
aleve víbora de tintes caprichosos,
magnéticas
pupilas, colmillos venenosos.
Por
eso amo las ciénagas, los parajes umbrosos,
los
húmedos crepúsculos, los bosques calurosos.
Pájaro
fui en seguida en un vergel salvaje,
que
tuve todo el iris pintado en el plumaje.
Amo
flores y nidos, el frescor del ramaje,
los
extraños insectos, lo verde del paisaje.
Tornéme
luego en águila de porte audaz y fiero,
tuve
alas poderosas, garras de fino acero.
Por
eso amo la nube, el alto pico austero,
el
espacio sin límites, el aire vocinglero.
Después,
león bravío de profusa melena,
de
tronco ágil y fuerte y mirada serena.
Por
eso amo los montes donde su pecho truena,
las
estepas asiáticas, los desiertos de arena.
Hoy
(convertido en hombre por órdenes obscuras),
siento
en mi ser los gérmenes de existencias futuras.
Vidas
que han de encumbrarse a mayores alturas
o
que han de convertirse en génesis impuras.
¿A
qué lejana estrella voy a tender el vuelo,
cuando
se llegue la hora de buscar otro cielo?
¿A
qué astro de ventura o planeta de duelo,
irá
a posarse mi alma cuando deje este suelo?
¿O
descendiendo en breve (por secretas razones),
de
la terrestre vida todos los escalones,
aguardaré,
en el limbo de largas gestaciones,
el
sagrado momento de nuevas ascensiones?
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