Osmel Poveda y La catedral del helado volvieron a subir a los escenarios

 Este viernes hubo teatro en la Sala Padre Trino. Un polifónico y endiablado monólogo titulado La catedral del helado,  interpretado magistralmente por Osmel Poveda.

Así lució el escenario de la Sala de Teatro Padre Trino de la UNAH, abundante de confetis. Fotos: Yonny Rodríguez
  
  La audiencia, sin lugar para dudas, no fue la misma a su salida del teatro universitario. Desde su entrada, vimos a un Poveda que se agigantó y llenó las escenas, contando en cada una de ellas una fase de la historia de Cuba.
  “El montaje es un canto a la libertad, a la tolerancia, a que la gente deje la doble moral: a la amistad”, manifestó el actor cubano antes de iniciar su presentación.
 
El escenario estuvo iluminado a ratos por velas de cera y un candelabro.

   La historia, adaptada desde el cuento “El lobo, el bosque y el hombre nuevo”, de Senel Paz, se sitúa en La Habana, en la década de los ochenta, un entonces en el que la tensión sociopolítica giraba en torno a la intolerancia. David es un joven comunista y prejuiciado, en cambio Diego es un contrarrevolucionario, religioso y homosexual: ambos se hunden en la lucha por salvar una de las mayores encrucijadas humanas: la amistad.
 
Una de las primeras escenas del monólogo La catedral del helado.

  Al entrar, el espectador se encontró con un escenario sencillo, pero hermoso: todo lleno de confetis a partir de periódicos, junto al proscenio una media luna de pequeñas velas encendidas; en medio una butaca y remataba la escenografía un candelabro de cinco brazos.
  En realidad, la homosexualidad es el tapiz que sirve de anzuelo para exponer algo de mayor profundidad: la convivencia en lo cotidiano del ser humano consigo mismo, la búsqueda de su propia identidad, y el dilema que genera el “querer ser” ante las expectativas de la sociedad.

Partes en las que Poveda interpreta a David Álvarez, el joven revolucionario.

Coppelia


  Coppelia es mencionada múltiples ocasiones en la obra, y ésta no es ni más ni menos que la franquicia de helados del estado cubano. Fue abierta en 1966; según cuentan, al iniciar, ofrecía al menos 26 sabores, ahora apenas dos, no obstante las filas cada vez son más largas. Asimismo, del eslogan del establecimiento se tomó el título del monólogo, pues es dentro de Coppelia donde se encuentran Diego y David.
 
Miles de personas a diario visitan la heladería, referencia histórica en la obra.

  En suma, esta pieza escénica trasciende los conflictos sociales y políticos de la Habana postrevolucionaria y Osmel Poveda se encarga de comunicarlos a través de este solo que dura más de una hora: “lo he presentado como cinco mil veces”, finalizó el intérprete.

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