¿Qué le depara a los artistas este 2016 culturalmente?
Tegucigalpa. A
primera vista podemos decir que nulas. Somos testigos de la devastación
cultural a la que nos tienen sometidos los gobiernos. Pese a lo anterior, en
Honduras, en todo Honduras, se sigue construyendo arte a partir de los
esfuerzos individuales o colectivos de los artistas y gestores culturales.
En
este sentido, es de suma importancia mencionar proyectos que sobreviven desde
hace años atrás en el país y que tienen asegurada ya una página en la historia,
por ejemplo, el Festival Internacional
de las Artes Escénicas Bambú, Festival de La Fragua, las Chimeneas Gigantes de
Trinidad, Santa Bárbara; y, el Gracias Convoca, además de otras
manifestaciones artísticas también de referencia, no obstante, todas carentes
de subvención alguna por parte de los gobiernos locales, mucho menos, del
gobierno central. De igual forma, es propicio destacar las labores artísticas
individuales que llevan a cabo el Centro de Arte y Cultura de la Universidad
Nacional Autónoma de Honduras (CAC-UNAH), Centro Cultural de España en
Tegucigalpa (CCET), Café Paradiso o la misma Librería Universitaria de la UNAH.
Es de dominio público que los gobiernos se gastan el dinero en explotar ideas y
costumbres preestablecidas en el imaginario colectivo para crear falso bien
común, como las ideas “exitosas” de la Copa Presidente –desapercibida por la
mayoría– o el Actívate: ambas enseñan cómodamente cómo perder el tiempo, son vanos
instrumentos utilizados para desviar la atención del público de la realidad
nacional, en vez de inyectarle fondos a instituciones formadoras como la
Escuela Nacional de Bellas Artes (ENBA), por mencionar alguna de las más
abandonadas. En suma, los gobiernos nunca tienen presupuesto para arte y
cultura, y nos hacemos una y otra vez la misma pregunta: ¿por qué? Las
respuestas parecen sencillas, la cultura no vende en Honduras, o al menos, no
se ha educado para ser consumida en grandes cantidades como ocurre en otros
países latinoamericanos; no se ha establecido una línea rígida en el Plan
Educativo Nacional donde se prioricen,
principalmente, la lectura hasta el hábito, y la apreciación artística;
tanto a la población estudiantil –sea cual sea el nivel–, a la sociedad civil, como a los empleados
públicos y privados, tampoco les interesa saber siquiera quiénes han sido y son
los referentes en la pictórica y la literatura nacionales y están lejos de
conocer la multietnicidad hondureña. Por allí se escucha: “es cuestión de cultura…”; permítannos,
pero es un problema de incultura, de descuido personal por el cultivo de sí
mismos: la cultura no genera problemas. El hondureño, con el tal de tener un
celular en la mano con su respectivo paquete de datos, está feliz; lo demás es
ave de paso, fútil. Entonces estamos en una situación de contubernio entre las partes que conforman este todo nacional;
todos despreocupados por algo tan vital como la cultura. Y por supuesto, hay
trabajadores y gestores de la cultura, sin embargo, no son suficientes, ellos
no pueden estar en todo, no pueden multiplicarse, por tanto, y tan poco a la
vez, al resto nos corresponde involucrarnos de manera frontal en las
manifestaciones culturales, pero antes se debe conocer si no totalmente la
historia nacional en todas sus vertientes, al menos habrá que generar
competencias, tener nociones de artistas y cultura hondureños. En defecto a lo
propuesto, esta cotidianidad vacía que llevamos, reducida a un celular, o esa
que se escurre en pláticas sin sentido surtidas del ocio y el tedio en rebelión
al no saber qué hacer agudizará nuestra profunda decadencia, ya de por sí
ingrata. Es muy sabido que la cultura es un derecho humano, mas no reclamamos
lo que por herencia nos pertenece; al contrario, en Honduras se tipifica como actividad propia de vagos, de personas sin
quehacer; esto solo demuestra la torpeza y la ignorancia en las que estamos
sumidos. Hablar de cultura en Honduras
es de tontos, de idealistas, mas si se habla de tecnología, de fútbol español
–el más alienante en Honduras–, de señoritas universo, allí sí estamos siendo
coherentes con nuestra realidad nacional; “es cuestión de ubicarse”, dicen. Asimismo,
a manera de última respuesta a la pregunta hecha arriba, a los gobiernos no les
sigue conviniendo tener un pueblo culto, más bien lo ven como antagonista, como
sujetos que cuestionarán con argumentos sólidos y válidos su bueno o mal proceder.
Y surge otra pregunta, ¿qué hacer
entonces en esta intemperie? De entrada podemos decir que esta pareja
conformada por arte y cultura goza en la actualidad de buena salud,
relativamente. Sí, y ya se explicó
arriba a razón de qué. Luego están, o tienen que estar forzosamente, las
iniciativas de investigación cultural en todas sus áreas, de las que derivarán
proyectos culturales concretos, los que a la brevedad deberán presentarse ante
organizaciones y entidades privadas como bancos, cooperativas y ongs. ¿Con qué
dinero? Será con el mismo que se ha venido trabajando y si los mismos mecenas ya
no quieren seguir colaborando, habrá que buscar otros, pero el arte y la
cultura deben seguir sosteniendo a este país. Estamos convencidos de que la preparación en
cada área del arte es de mucha importancia, puesto que de la calidad del
producto dependerá su aceptación. Al final el
artista es su propio gestor, relacionador público, técnico, consultor y hasta
psicólogo. No se puede entrar en tristezas ni melancolías de que todo
tiempo pasado fue mejor; bueno, de acuerdo, pero esto es presente y vamos hacia
adelante, no en reversa; queda, pues, enfrentar las cosas como vengan, no con manos
vacías, sino con proyectos e iniciativas encaminadas a extraer, por fin, el dinero
del gobierno para invertirlo en cultura. A nivel internacional también se
padecerá igual epidemia, el ejemplo está al alcance de la vista y de la mano
con la conformación de la mentada –no aquí– Agenda 2030, donde se priorizarán desde ahora, y hasta entrada la
tercera década de este siglo, 17 sectores, es decir que las ayudas
provenientes de los organismos mundiales se destinarán al combate de la
pobreza, lucha contra el cambio climático, desarrollo humano y a curar
enfermedades, entre otros que están en esta lista. Tristemente, en tal agenda no
figura la presencia de fondos para la cultura. La cultura no ha sido prioridad
para las organizaciones mundiales, tampoco lo será en los próximos 15 años: “nos
estamos muriendo de hambre, de guerras, nos estamos quemando y sufriendo la
inexorabilidad del sol, ¿qué nos importa la cultura”, han de decir
estos jerarcas. Entonces una de las soluciones ya se planteó arriba, hay que
revisar esa agenda, estudiar sus puntos, desmenuzar sus temas y a partir y en
función de estos, crear proyectos y presentárselos a las instituciones
sucursales de los organismos que la han concebido. A propósito, es oportuno
mencionar que Honduras se adhirió a la
Agenda 2030 (…), si no no la hubiéramos referido. Otro elemento que sin
duda es útil son las alianzas, trabajar en redes nacionales; en conclusión,
hacernos un único nudo los trabajadores de la cultura. Hay tantas
probabilidades y campos donde ejercer el arte. Queda, pues, descruzar los
brazos y echarse a trabajar: la realidad
gubernamental no nos ofrece horizonte alguno a los que por convicción
elegimos este sector.
Teatro Nacional Manuel Bonilla, epicentro de actividades culturales. |
Comentarios
Publicar un comentario