A la 1:23 de la mañana
del sábado 26 de abril de 1986, estalló uno de los cuatro reactores de la
central nuclear de Chernóbil, a 110 kilómetros al norte de la capital
ucraniana, Kiev.
La radiación fue detectada
en Suecia el siguiente lunes por la mañana, pero durante todo ese día, las
autoridades soviéticas se negaron a aceptar que había ocurrido algo fuera de lo
común.
A través del tiempo, miles de poetas y
escritores han reaccionado a partir del desastre ecológico que se desató.
Este día ya se cumplen 30 años desde aquel fatídico evento, de ahí que para recordar y lamentar aquel
accidente, he decidido hacer una breve selección de poemas elegíacos relativos
a Chernóbil.
POEMAS DE CHERNOBYL
Tu mirada vagará sobre
mi sombra
y la sombra
se empujará a sí misma
hacia la frondosa
oscuridad.
El pálido sol brillará
sobre nosotros,
un farol
abrasado por la
ardiente pregunta...
Cogida por la gravedad
de la luz,
respiración sofocada,
labios apretados,
y no hay respuesta
ninguna respuesta
a esta luz en la
violenta noche.
Pero libres de gravedad
nuestras sombras
sacudieron el jazmín,
seguirán su camino,
respirando la neblina
de la noche a nuestras espaldas.
Y la amarilla hoja
caerá exhausta,
llevará un tiempo
insoportable respirar
Como si la sabiduría
del otoño
fuera a cogernos por
sorpresa...
Lyubov
Sirota, Ucrania
A PRIPYAT
1.
No podemos ni expiar ni
rectificar
los errores y la
miseria de ese Abril.
Los hombros caídos de
una conciencia despierta
deben soportar de por
vida la carga del tormento.
Es imposible, creédme,
dominar
o rehacer
nuestra pena por el
hogar perdido.
El dolor perdurará en
los corazones que laten
marcados por la memoria
del miedo.
Allí,
rodeada por espinosa
amargura,
nuestra perpleja ciudad
se pregunta:
si nos amó
y nos perdonó todo,
¿por qué fue abandonada
para siempre?
Lyubov
Sirota, Ucrania
LOS HIJOS DEL SILENCIO
A las víctimas del accidente de
Chernobyl
.....La nube radiactiva
envolvió a las personas y animales. La explosión llegó a ser quinientas veces
más potente que la bomba de Hiroshima. Se silenció la historia. Doscientos mil
seres humanos han muerto por el accidente. Y siguen muriendo. Después de
veintitrés años hay que construir otro sarcófago que contenga al primer
sarcófago. Si no se hace así puede reventar...
El reactor ardía en el
silencio,
mientras el mundo
callaba entre la
niebla.
El horror se hizo
llamas.
Un atómico infierno
sumergido
en el uranio infame
de una explosión más
fuerte
que infinidad de bombas
de Hiroshima...
El horror se hizo
muerte,
el horror se hizo
pánico
y la desolación cubrió
a la Tierra.
Ana
Muela Sopeña, España
PRYPIAT, NATURALEZA MUERTA*
Podría ser de
madrugada.
La luz, como una sábana
en pliegues
derramada.
El cenicero repleto.
Una sombra se
multiplica sobre cuatro muros.
El recinto está vacío.
No hay testimonios.
Pero alguien estuvo
aquí.
Hace un momento
relumbraron
unas lágrimas gemelas
Sobre la pulida madera
(¿Vivió aquí una
pareja?)
Un vestido sobre el
brazo de la silla,
lleno hasta hace poco
por un cuerpo,
Se disolvió en un rollo
de tela.
Entra, husmea. No hay
nadie aquí,
Apenas el aire que se
respira,
como aplastado
Por un tanque.
Un saco a medio
terminar recuerda
los dedos de alguien.
Un libro yace abierto,
marcado por una uña.
(¡Cuán sorprendente
este silencio
más allá de los
límites!)
Sobre la madera pulida,
dos manchas.
Sobre el piso al pie de
la silla una manzana,
mordida pero no
oxidada.
* Prypiat es un pueblo abandonado
en el área evacuada en torno a Chernobyl
Oksana
Zabuzhko, Ucrania
[Traducción
de Rafael Patiño]
AGUA PESADA: UN POEMA PARA CHERNOBYL
Hasta los robots se
niegan. Abajo herramientas. Bruscamente alzan
sus cabezas bloqueadas,
tiemblan bajo un granizo invisible. Los helicópteros
giran a metros del
desastre, atrapados en ese cono ascendente
de tecnicidio – luego
aterrizan en otra parte, vierten tripas negras y pringosas.
Los Bomberos no. Con
guantes de goma y botas de cuero
caminan erguidos,
callados como novias. Los zapatos comienzan
a derretirse. Las
suelas se calientan demasiado para la sangre.
Aún así siguen lanzando
paladas
del grafito que les
borra el tuétano, la columna, los testículos –
que activa su ADN
creando una vida líquida, negra y purpúrea.
Después los Soldados.
Nerviosos como niños. La rehacen –
levantan losas con la
mirada abierta de los inocentes, encofran
la ruina con basto
acero, la rellenan con el gris lapicero
del Cemento Estatal. En
lechos manchados, en los sueños
de sus madres, se
licuan.
Mario
Petrucci, Inglaterra
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