Cine │ Doctor Strange, un espectáculo fascinante y sofisticado

Cortesía.

Tal vez “Doctor Strange” sea la película más lunática y exótica del llamado Universo de Marvel, también la más barroca y con arquitectura visual más elaborada.

La historia empieza cuando tras un accidente automovilístico, Stephen Strange, un millonario médico neoyorquino, queda gravemente herido y pierde la movilidad en sus manos. Impedido, pues, de volver a operar y en la búsqueda desesperada de curación, acabará llegando al mundo místico a través de un viaje a Nepal, donde se convertirá en aprendiz de Ancestral.


Inmediatamente comenzamos a ver los edificios de las ciudades caer como un edificio de naipes, o como superficies de un cubo mágico que ponen todo de cabeza, una especie de juego con el espacio y la tridimensionalidad de la imagen, asimismo, con toques de un humor cáustico que hace recordar al de la serie “Dr. House”.

Este Doctor Extraño no sólo acierta con su elenco, sino también en sus referencias borgianas (bucles temporales, relatividad de espacio-tiempo, transgresión de las leyes de la naturaleza, infinito, laberintos), legitimadas con materias espectrales y viajes astrales que hubieran ruborizado incluso al mismo Stanley Kubrick.

Lo mejor de Doctor Strange está en su segunda parte, cuando las leyes físicas se someten a la hechicería y la película se convierte en un acordeón de imágenes imposibles que evocan a Matrix, logrado mediante la capacidad de juguetear con el rewind y el flash-forward como si se tratara de un viejo cassete. El resto es cultura pop.

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Es destacable también el vestuario, de diferentes colores para cada personaje, recargados y llamativos, en especial el del Doctor Extraño que parece sacado directamente de la tira cómica, una muestra es su capa que lo acosa y que además nos propicia algunos momentos divertidos.

Aunque tal vez éste sea el espacio más flojo de la película, el humor; no porque no funcione sino porque está introducido en momentos poco oportunos que hacen que la tensión dramática se disipe por ratos o no funcione como debiera en otros, aun así, la cinta es un caramelo visual como pocos.

De verdad que la película sumerge en ese mundo místico y esotérico que Marvel pretende abrir y deja completamente boquiabierto al espectador con las múltiples piruetas audiovisuales que ocurren en pantalla.

Los desaciertos empiezan con subtramas muy flojas, como el asunto de amor-odio que él sostiene con su colega, la doctora Palmer, o con el mismo aprendizaje en Oriente, demasiado apresurado, que lo hace ver como inepto a ratos. Las fibras dramáticas, por su parte, son más orales que propiamente orgánicas. Sin embargo, lo anterior no quita que este sea un espectáculo fascinantemente sofisticado.

Yonny Rodríguez

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