“Los años y el constante escribir no pasan en vano”, Fabricio Estrada

El poeta se nutre de su irrenunciable compromiso social. Foto: F. E.
Hace unas tres semanas coincidimos con Fabricio Estrada en Olanchito, en el marco del XIV Encuentro de Poetas y Escritores de Honduras, donde me obsequió su Houdini vuelve a casa. Lo leí y estudié y luego me interesó conversar algunas cosas sobre este con él.

Huelga decir que este es su más reciente trabajo poético, forjado a partir de la necesidad de exteriorizar su más íntimo ritual.

BR: Vemos que Houdini vuelve a casa va dedicado al joven poeta nicaragüense Francisco Ruiz Udiel, muerto trágicamente en Managua en 2011, incluso existe un poema que pareciera estar ligado a la decisión del poeta ¿qué influjos hubo entre ambos?


FE:El poemario entero es un diálogo con Francisco Ruiz Udiel, con quien tuvimos una entrañable amistad y largas pláticas compartidas entre festivales de poesía o sencillas caminatas nocturnas por Managua. Nuestras conversaciones giraban en torno al tema de la palabra y sus repercusiones en la concepción de la libertad y la muerte, esos basamentos imprescindibles de la memoria humana. Tuve la fortuna de compartir con él en Madrid, durante el V Festival La poesía tiene la palabra, en el 2005 y, en las oportunidades de caminar por la ciudad –incluso corriendo y riendo como locos, porque echamos una apuesta de quién llegaba primero al final de una cuesta en los alrededores del Bernabeu-, aproveché a hacerle una entrevista. He reflexionado mucho sobre lo que me decía siempre que lo vi pero, sobre todo, en esa sensación de despedida con que enfatizaba su diálogo y así fui escribiendo los textos, ayudado por igual por la lectura constante de Spinoza, el filósofo sefardí que tanto me intriga. Encontré en Spinoza y en Francisco líneas de pensamiento paralelas y por ello se entrecruzan en el poemario.

¿En qué difiere este reciente trabajo poético de los que lo precedieron?


Quise crear un silencio minuciosamente premeditado, con el fin de salvaguardar las briznas de aquellas conversaciones y reflexiones; para ello me concentré en recrear la atmósfera que tuve en mi primer poemario, Sextos de lluvia (1998), en el cual aún no alcanzaba el exteriorismo que signó mis poemarios posteriores. Los textos fueron apartados como un hilo de una trama multiforme –mi constante abordaje sobre otros conceptos poéticos que resultaron en publicaciones, mientras tanto- y así, pude volver al tono cuantas veces quise y necesité, porque eso fue lo que ocurrió: escribí estos poemas cuando los necesité con urgencia para volver a mi más íntimo ritual.

¿Ha avanzado la técnica y el manejo del lenguaje?


Todo lenguaje es conquista, como la edad misma del ser. La técnica es simplemente la acentuación del discurso que se va alcanzando en el tiempo y del cómo este se articula con la fabulación poética. Creo que los años y el constante escribir no pasan en vano y que esto actúa en las conceptualizaciones de cada poemario como bastón de ciego en el espacio concreto donde se va abriendo paso el verbo.

Vemos tu irrenunciable compromiso social plasmado, una vigente lucha, ¿cómo nos puede un poema salvaguardar?


El compromiso social es, al final de cuentas, una entrega absoluta a recrear la fuerza de la poesía en su más elemental necesidad: espacio y tiempo, es decir, libertad y memoria.

En este cuaderno de poesía revive Harry Houdini, el gran mago y escapista húngaro; reencarna en vos, pero ya no como tales, sino como un Fabricio Estrada que usa la palabra para construir poesía. ¿Cómo explicás que primero fue el poema, la vida en pausa y después lo demás?


Decía Borges que la poesía es una momentánea suspensión de la incredulidad y así, la construcción poética es una especie de burbuja blindada donde se acumula la vida para luego dispersarse en códigos nuevos. Volver a esa burbuja es de suma urgencia cuando todo parece ser relativo y dudoso en la palabra. Volver para devolverle cimiento y filo a lo que se desintegra o se dispersa. El poema se escapa entonces de esta realidad que se diluye y vuelve a reorganizar el mundo. Houdini me sirvió perfectamente como metáfora. Desatar los nudos es otro signo hermoso que nos legó la historia.

Hay nostalgia, ternura, consciencia social, debilidad por la naturaleza, a veces impotencia: catarsis. En esa línea de tiempo que estuviste en la construcción de cada poema, ¿cuál fue la constante en tu estado de ánimo, tu motivación?


No fue constante, sin duda; de ser así daríamos la razón a aquellos o aquellas que construyen un poemario como si cada poema debiera ser forzosamente un orgasmo. Esto, si no es llevado de manera magistral tiende a cansar. Traté de meditar fuera del ditirambo.

Me imagino que debiste estudiar mucho a Houdini, puesto que la semántica circense, equilibrista y hasta escapista se adaptó perfectamente, en conferencia con el lenguaje connotativo inserto en cada poema.


Me intrigó siempre ese oficio de escapar constantemente ¿será que se gana un salario solo demostrando que se puede sortear un peligro de asfixia o de ser partido en dos? Ya en Blancas piranhas, otro de mis poemarios, venía esbozando esa observación e incluso extendiéndome en ello, pero hacía falta conocer la conmoción espiritual que conlleva escaparse a cada momento para que el show continúe. La poesía a veces suele ser eso.

¿Ha sido difícil para vos construir poesía en esta Honduras, donde la clase política atenta contra ella y las demás artes u oficios?


Agradezco esa hostilidad. Buda, estando a punto de alcanzar el nirvana fue atacado por Mara, el demonio de las tentaciones, quien incluso llegó a lanzarle una andanada de flechas, a lo cual Buda respondió convirtiéndola en flores. Luego de eso, llegó la iluminación. Ante una sinrazón de tales dimensiones como sucede en Honduras a nivel de políticas públicas artísticas, el deber de todo artista es doblar su estatura, sobrepasar el lenguaje bastardo y vacuo de la institucionalidad. Ser, en definitiva, el tótem resimbolizador.

Houdini ya estuvo en Café Paradiso, ahora, ¿en qué otros espacios se presentará?


Espero que a mi regreso de Costa Rica pueda presentarlo en Gracias, en San Pedro Sula y en Comayagua. Es lo que veo, por lo pronto. 

A propósito, un par de poemas contenidos en de Houdini vuelve a casa.

Pausema


Y vi que cada signo

cada rosa inventariada en la carne

las mañanas

el instinto de saberme vivo

en pie

en manada

de paso por los puentes

estremecidos y oxidados

que los ciegos

y los videntes

que el suspenso de los tristes

de las manos y sus monedas


que todo

era consecuencia del poema

y no de la vida

que la vida era solo pausa

del implacable fragor del poema

del irrenunciable estallido del poema

solo pausa la vida

un lento movimiento

que conduce invariable hacia otro poema

que se yergue

que se hunde

y mientras tanto aparece

queda su viento para habitarlo

su sol

su inminente presencia para respirar

e intentar el siguiente acto


Te he dado las llaves del reino


Beebe, Arkansas. Cerca de medianoche del jueves, durante el fin de año,

miles de mirlos muertos cayeron sobre esta localidad de 4 mil 500 habitantes,

                                                                            a 50 kilómetros de Little Rock.


El 30 de diciembre

cien mil peces aparecieron flotando

muertos

sobre un río en Arkansas.

La gente iba a las orillas

a recordar la última vez que vieron algo parecido,

rodearon a los ancianos y no concluyeron en nada.

El 31 de diciembre

cinco mil mirlos alas rojas

cubrieron las planicies de Arkansas,

cayeron en parvadas

como lluvia invocada por antiguos.

La gente salía hacia los campos,

miraba el cielo

y consultaba a los indios de las reservas.

Los Ketoowaahs callaron

y no concluyeron en nada.


Muy lejos de allí,

-en el centro de una Managua voraz-

el poeta desataba el último nudo.

Se liberaba.

Se revelaba clave

de todos los sucesos extraordinarios
acaecidos durante esos días.

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