Fran, sobador a domicilio

YONNY RODRÍGUEZ | Ojojona

No es médico ni anda de gabacha blanca, pero sí con una buena disposición para hacer el bien a quien lo necesite, y todo a cambio de lo que el paciente tenga voluntad de ofrecerle. Este es Juan Francisco Aguilar, ampliamente conocido como Fran, el sobador o simplemente Fran.

Juan Francisco Aguilar se gana la vida sanando a los demás con sus manos. Fotos│Varela, Noé (2017).

Este domingo nos sentamos con él en una banca del sendero San Juan a platicar sobre el oficio que ejerce desde los trece años; hoy está a las puertas de entrar a los sesentaicuatro de edad todo un medio siglo de atención.

Fran cuenta que lo que hace lo heredó de su padre, asimismo, le atribuye a Dios este don: «yo no quería hacer esto, pero las circunstancias me obligaron», expresó. Hoy en día manifiesta que disfruta su trabajo; atiende militares, jefes, futbolistas y hasta doctores. «Me siento agradecido con las personas que han confiado en mí, a las que he podido curar con mis manos», esto lo dice convencido de lo que hace.

Dijo no saber cuántas personas ha curado, sin embargo, agradece la fe depositada en él y sus manos.

Fran es un tipo jovial, respetuoso, en la calle saluda a cualquier persona, es simpático y esto lo utiliza al momento de intervenir un paciente. Llega, saluda, pregunta quién es el enfermo, lo palpa, busca el defecto, ameniza el momento y de repente el sonido característico de una vértebra volviendo a su lugar. El “cliente” no sabe cuándo queda sano y sin dolor.

Su trabajo le ha dado la oportunidad de explorar otros seres vivos, es decir, también atiende animales. Producto de la experiencia que le ha propiciado este don en muchas ocasiones le han ofrecido establecer un negocio, pero dijo no haber aceptado porque la idea no es obtener beneficios de las personas, sino más bien ayudarlas.

Los que hemos sido atendidos por Fran damos fe de lo anterior: no cobra, sin embargo, los que valoramos la salud sabemos que tiene bien merecido un pago por sus servicios. Este samaritano o visitador médico trabaja todos los días, no posee una agenda como tal, no obstante, detalló que a veces atiende hasta veinticinco personas al día, otras veces quince a la semana, por lo que devenga un promedio de seiscientos u ochocientos lempiras diarios o semanales, eso depende.

A la par de este oficio también ejerce la albañilería, la soldadura, la electricidad, la fontanería, la pintura, entre otras, pero él valora más al ser humano que a la materia, tanto así que si está trabajando y alguien lo llama, deja de hacerlo y corre a visitarlo.

Estuvimos en la ribera del río San Juan, al otro lado del puente El Cuzuco.

Otra de sus facetas en la vida ha sido la de futbolista, «me gustó mucho el fútbol, lo jugué de manera burocrática desde 1969 hasta el 2005», cuenta con entusiasmo, asimismo relató que Mario Cruz lo llevó al campo Birichiche en 1971, allí se enroló en clubes capitalinos como el Federal, Curazao y Atlético Nacional Verdú. Dijo jugar a la par del que muchos opinan fue el mejor jugador nacido en Ojojona: Carlos González, alias «Pica».

De igual forma, fue compañero de una alabada generación de futbolistas conformada por David Zelaya, Antonio Aguilar, Mario y Francisco Garay. En Tegucigalpa jugó en la época de los hermanos Ramón y Jorge Bran, Belarmino Rivera, el chileno Yuvini Carreño, Roberto Abruzzese y el fallecido Rodolfo «Popo» Godoy, quienes fueron sus amigos.

Fran reside en Tegucigalpa, pero como tiene pacientes en Ojojona, llega todos los fines de semana a atenderlos. Por este ir y venir continuo le pedimos una opinión sobre Ojojona; manifestó que el pueblo ha tenido avances en infraestructura y turismo, pero que se ha dado cuenta de que hay restaurantes que se aprovechan de los turistas con precios muy altos y que la comida no es de calidad. Opinó que los negocios deben acomodarse al cliente, flexibilizar los valores y ofrecer una mejor calidad en sus productos alimenticios, pues al municipio llegan personas con diverso acceso económico.

Fran es bastante gestual, acompaña su discurso con múltiples gestos y señales.

De similar manera, se quejó de la contaminación demográfica de la que es víctima el pueblo desde hace unos años: «hace falta un censo poblacional, acá viene gente a radicar y ni siquiera se evalúa».

Padre de seis hijos –cinco mujeres y un varón–, Fran no se siente mal porque le digan sobador, en cambio, le agrada que lo llamen así, aunque afirma que lo que hace se denomina quiropráctica, un tipo de medicina alternativa que consiste en curar algunas enfermedades óseas o musculares a través de manipulaciones o presiones sobre las partes afectadas.

Fran disfruta lo que hace desde hace ya medio siglo. Sus gestos denotan su pasión.

Fran es un hijo del pueblo, un servidor público que encontró en la quiropráctica una manera de hacer el bien, se enteró de la noción humana del servicio al prójimo y cada día corre, porque esta es la impresión que da cuando camina, corre a visitar y sanar gente, a hacer que el cuerpo de esta vuelva a sus movimientos naturales.

Hay Fran para rato, y es evidente en su andar y en su determinación para socorrer a los que en algún momento de la vida se sienten desolados por el dolor en los amargos desiertos de la incapacidad física. Así, quienes quieran curar sus dolamas, pueden abocarse a él mediante el número 9978-8367.