YONNY RODRÍGUEZ │ Estelí
Gorda en el corredor de San Juan LImay. Cada una evoca una actividad laboral de Nicaragua. Foto│Cortesía. |
Hoy, podría decir, la
nostalgia me habita. Conocí a la pacífica Estelí el 10 de julio de 2016. Ya casi 10 meses
de estadía irregular. Lo primero que conocí de ella fue la gorda que reposa en
el Parque 16 de julio, casi de soslayo a la Iglesia Nuestra Señora del Rosario. Allí uno se
sienta y recibe el aire en el rostro, lo acaricia la tranquilidad. Este parque
no es singular a los demás, posee toboganes y juegos para niños, hay una fuente
que gobierna desde el centro y que a la vez es una especie de quiosco, como en
Valle de Ángeles, digamos. Día y noche hay gente que atesta sus pasadizos,
gringos, europeos, de muchas nacionalidades. Enfrente también está el monumento
a la madre, un lugar casi obligatorio para hacer una selfie, una foto común. Las bancas de madera y hierro pueden con
tres personas. Los autos van de este a oeste y de sur a norte: un semáforo lo
define. Allí, cerca de este, hay una heladería de Eskimo; en estos tiempos de
calores insoportables, pasa, como decimos, “full”.
Estelí es radiante y progresa a su
paso, al que le permite el gobierno. Quien venga se irá seguramente encantado.
Posee el clima más fresco de Nicaragua. Aunque este verano está inexorable, no
aguanta nada. Y uno se cuestiona, dice, pero si se supone que aquí el clima es
encantador… Luego cae en razón, recuerda que el planeta es casi un anciano en
el asilo... nada ni nadie se salva.
Si es primera vez que uno viene, se
encuentra con que la dieta básica es el gallo pinto, sí, una combinación de
arroz y frijoles y algunos sazonadores como el chiltoma (chile dulce en
Honduras) y la cebolla, de igual forma, no puede faltar el huevo, el queso
frito y la crema, un platillo tan sencillo como delicioso. De veras que uno
aquí puede volverse adicto a él. Luego uno, lejos de su cocina, dice para sí,
saber que allá se menosprecian los frijoles y el arroz y aquí es el plato
nacional que se sirve en hoteles de cualquier cantidad de estrellas. Sí, ya sea
en León, Granada o Managua, allí va en el desayuno, almuerzo y cena.
Volvamos. Estelí se encuentra sobre
un valle. Las primeras veces que vine, visité el Museo de Historia y
Arqueología doctor Alejandro Dávila Bolaños y uno de los guardias me dijo:
«Mire, a eso de las tres de la tarde se viene una brisa riquísima desde aquel
cerro, yo me salgo y la disfruto». Y justo enfrente está la Biblioteca
Municipal de Estelí doctor Samuel Meza, un inmueble alto, de dos pisos y
amplio. Allí presenté mi libro en octubre de 2016 durante el II Festival de
Poesía de Estelí.
Siembra de tabaco. Estelí exporta puros de calidad a todo el mundo. Genera un buen número de empleos. |
Un poco más al norte se puede ver el
estadio donde juega el Real Estelí, rojo y blanco; con los años crece en el país la pasión por este deporte, pues como sabemos el deporte nacional es el béisbol. Mientras se viaja, se puede ver niños
que lo juegan en solares o campos improvisados; en los buses, los jóvenes
lucen con orgullo indumentarias alusivas al deporte del bate y la bola de
cuero de cerdo.
Estelí es agradable. Uno se enamora
de su tranquilidad, de su griterío, de los velos ambarinos que la cubren por
las tardes. La vida transcurre tan pasiva como si nadie se preocupara por nada.
Es la ciudad industrial de Nicaragua. Tiene sus atractivos. Por ejemplo, cuando
se ingresa a Nicaragua, de inmediato se embelesa con la altura de sus montañas,
la extensión de sus serranías; ya en Nueva Segovia uno se encuentra entre la
Reserva de Dipilto, aparecen los bosques llenos de árboles de florecillas
anaranjadas y plantas de café, pues estamos en la ruta del café. Más adelante
se observan las tendaladas del aromático, diversos beneficios donde se procesa
y se exporta. Asimismo, hay extensos campos de hermosa tierra negra sembrados
de tabaco que crece aceleradamente. Dentro de los buses se escucha a menudo
música de banda y muchos varones se visten al estilo ranchero. Eso diferencia a
un norteño de los demás nicaragüenses.
Casi todo es muy barato. En el
mercado se come con cuatro córdobas, equivalente a dos lempiras con cuarenta
centavos o a 20 centavos de dólar. Lo pude confirmar. Hay tres o cuatro
supermercados, bancos, cualquier cantidad de tiendas de ropa de retorno,
panaderías y tiendas de consumo. Es una ciudad pequeña, pero tiene bien
configuradas sus calles y avenidas.
Biblioteca Municipal de Estelí establecida en la Plaza Parque. |
En contraste, la vida tampoco es
fácil. Hay bastante gente que se ve ¿obligada? a pedir, a utilizar la biblia
como medio para obtener unos reales. Hay gente de ambos bandos políticos, como
en cualquier país. Una vez un abogado me dijo «el sandinista es vengativo» y yo
me quedé pensando. Pero antes y después de esto me enteré de que, comparado con
Honduras, son historias paralelas con sistemas de gobierno diferentes, pero con
algunas condiciones similares. No justifico nada, tampoco defiendo a alguien o
a quien.
No obstante, aquí se vive. Sí. Nada
es perfecto. Pero cualquiera pagaría por salir en la noche, estar, presumir su smartphone de última generación sin ser
asaltado. Tampoco es que hay que confiarse, pero en este sentido, Nicaragua
está mejor, y lo sabemos.
En estos 10 meses pude fijarme que la
gente es muy nacionalista, es decir, cree, confía en sus paisanos, en sus
artistas, en su cultura. Cuando un boxeador peleará contra equis retador, hay
cadena nacional, todos los medios se sincronizan y le dan cobertura, adonde
ande. Me gustó eso. En Honduras somos bastante individualistas. Habrá que
superar eso. Las personas que conocí se portaron a la altura, sin quejas. Listo
para volver cuando las oportunidades se presenten.
Estadio de Fútbol Independencia, sede del Real Estelí. |
Yo viajaba vía Las Manos,
interruteado. Debía tomar, no exagero, seis transportes, entre taxis y buses,
Hacía un total de siete horas viajando. Son buenas experiencias. Y sí, me gusta
viajar, pero no estar sentado tanto tiempo.
Cuando se viaja uno debe confiar en
uno, sobre todo, portar sus papeles, saber qué es el CA4, no olvidar su
identidad y/o pasaporte, mostrarse amable, etcétera. Lo recomiendo porque tras
que uno llega a registrar su entrada a este país dariano, lo interrogan
intensamente, además de que lo bajan en el camino dos o tres veces. Al
principio molesta, luego se da cuenta de que “es parte de la seguridad”, que
los policías son capaces de bajar al hondureño o salvadoreño común tantas veces
como se les ocurra. Pero olviden oponerse, ellos son la ley… Fuera de estas circunstancias,
lo demás irá bien.
Podría seguir hablando de esta
experiencia grata, pero el destino actúa de maneras que a veces no entendemos
en el instante. Por tanto, confío en él que los traerá a esta ciudad que
difiere de muchas, pero que proporciona cosas indecibles que otras no ofrecen.
Me voy contento y con la esperanza alojada en el corazón que volveré…