Serie de postales de las primeras presentaciones de la obra «Ancestras» en Comayagüela y Cantarranas. |
YONNY RODRÍGUEZ │ Estelí
Tras el asesinato de la ambientalista
Berta Cáceres el 2 de marzo de 2016, el actor hondureño Hermes Reyes pensó escribir un drama que removiera las consciencias
de los matones, apelara a la dignidad, sobre todo, que mantuviera vigente la
lucha y el pensamiento de la líder indígena. Entonces, escribió «Ancestras».
En al menos seis meses formó un texto
que, a mi ver, se divide en dos vertientes: una que procura mantener el aspecto
idiosincrático, es decir, la representación del carácter filial y la cosmovisión de Berta;
y, la otra, una linealidad que denota la intención del dramaturgo de satirizar,
para lo cual toma características de la farsa, como las actuaciones grotescas
de los cabezones y los esbirros, y luego las empalma con la gravedad que genera el asesinato, por tanto, estamos seguros de que esta es una valiosa
tragicomedia de factura hondureña.
Sin embargo, caeríamos en el ridículo si
afirmamos que esta pieza teatral tiene como premisa principal causar risa a su auditorio.
No. Hermes fue amigo cercano de Berta, sus pláticas siempre giraron en torno a
la defensoría de los pueblos originarios y de los peligros que la acechaban. Si
bien la obra deja intersticios para una risa —como recurso para aflojar un poco la tensión —, quien lo haga enseguida incurrirá
en vergüenza propia.
Y es que esta obra pasma, enfurece y pretende
crear una concurrencia furibunda y, por consiguiente, consciente de que no se
puede seguir así, en estadios gobernados por la violencia, la impunidad y la
indiferencia.
La primera escena de la obra es
eminentemente ancestral, entran ancianos indígenas que cantan poemas y salen;
la hija de Berta también hace su entrada y cuenta las enseñanzas de su madre y
a continuación sale. En la segunda, unos policías ignorantes y aduladores dicen
sandeces y se burlan de los esfuerzos que hacen los indígenas por proteger sus
espacios vitales y por demás, sagrados.
En la tercera escena tres cabezones que
encarnan al presidente, a la empresa privada y a la justicia del país entran presumiendo
su poder: lo cantan con júbilo y total albedrío. En esta escena queda claro
cómo se regodean los poderosos a vista y paciencia del pueblo y de los supuestos operadores de justicia. Las siguientes escenas terminarán desde mostrar el plan urdido por
los cabezones para matar a Berta Cáceres hasta la consumación de este con su
desaparición física.
Este producto social se presenta en
diversos espacios del país. Cantarranas ha sido el escenario más reciente en el contexto
del Festival de Alimentos y Juegos en
Peligro de Extinción impulsado por el maestro Edilberto Borjas y la
Alcaldía Municipal. Según expresó el también director Hermes Reyes, Tegucigalpa
acogerá la obra el próximo mes de junio.
Es importante aludir al Teatro Taller
Tegucigalpa (TTT), la compañía capitalina que ya lleva un par de décadas sobre
las tablas hondureñas y centroamericanas, y que es la responsable de poner a «Ancestras» en escena.