Ascenso al Cerro Payagoagre


Panorámica de Ojojona desde el caserío de El Tizate. Fotos | Noé Varela (2017).

YONNY RODRÍGUEZ | Ojojona

Ojojona está lleno de paisajes naturales. Este domingo subimos al Cerro Payagoagre, de cuyo vientre proviene el agua que consume el área urbana del pueblo.

VíDEO DEL VIAJE

Iba a ser la 1 de la tarde cuando decidimos hacer expedición. Compramos algunos alimentos, tomamos el equipo y salimos hacia el lugar mencionado. Nos fuimos por la calle que lleva a El Rodeo.

Al llegar, cortamos por el desvío que lleva hacia la presa. Avanzamos sobre una calle de terracería. Cinco minutos después vimos las primeras casitas de adobe y bahareque y a una muchacha que recogía agua de un naciente.

En los años recientes, Payagoagre se ha poblado.

Adelante, en una piedra, calentaba sol una mica como de dos metros. Al sentirse invadida se deslizó ágilmente por encima de un cerco de piedra y trepó hasta confundirse con los guajiniquiles.

Noé la captó. Mientras la registrábamos, pasó un compa y decidimos reanudar el camino con él. A unos metros se atravesó un “alma de perro” o correcaminos. Cuando llegamos a un desvío, nosotros empezamos a ascender. Nuestra compañía siguió derecho.

Al entrar al túnel de vegetación, la frescura empezó a calar y tomar oxígeno se volvió cada vez más pesado, pero estar en ese lugar casi intacto merecía el esfuerzo. En la medida que se avanza aparecen brillantes gajos de zarciles y paste de cerro que cae como grises cabelleras por los arbustos.

Los zarciles están a la mano.

Arribamos a un sitio inmejorable para realizar campamentos y almuerzos campestres; donde sintonizar la acción del aire sobre las copas de los pinos y el trino de los pájaros es el complemento ideal.

A partir de allí la escalada tornó más empinada. Hay que echar el torso hacia adelante hasta casi tocar el suelo con las manos. Pero insistimos, vale la pena dejar la ciudad un rato, poner a trabajar verdaderamente los pulmones y acudir a ver parte de la naturaleza.

Un exoesqueleto o muda de chicharra dejado en un pino.

En la mera cumbre el viento estaba ingobernable. Allí nos dimos cuenta de que nos habíamos perdido. Entonces continuamos por un desecho angosto de tierra roja hasta llegar al destino donde se pudieran hacer fotos del pueblo.

Rodeamos todo el cerro y llegamos a El Tizate donde vive Walter, un joven que se dedica a la venta de leña. Se hizo la sesión de fotos y a continuación almorzamos: eran como las 3 de la tarde. El clima recrudeció y nos hizo bajar tullidos del frío, pero contentos, de ese cerro semivirginal.


GALERÍA

La altura de estas puertas no pasa desapercibida.

Flora ojojonense: Margarita silvestre.

En el glorioso túnel.

Parte del trayecto hacia el Cerro Payagoagre.

El ascenso.

A estas alturas no llega el agua. Se colecta en pequeños pozos.

Mandarinas, ácidas, pero mandarinas.

Registro obligatorio de la visita.

Walter junto a parte de su familia.