Cortesía |
A
mediados de 2016, justo cuando estaba por publicar mi primer poemario “De crisis y catarsis”, empecé a
escribir un nuevo libro de poemas cuyo nombre provisional es “Invierno interior”. En este nuevo
trabajo siento que hay otro pulso de por medio para crear belleza y misterio para ahondar en lo humano. Contiene poemas que escrutan lo íntimo de las
actitudes, el apego, las nostalgias renovadas, las resignaciones, temas ahora convertidos
en experiencia sensible. Hay, sin duda, un proceso más largo y sensato de
maduración de cada cuerpo poético. Sin embargo, por ahora valoro la pertinencia
de su publicación. Si bien la poesía es válida en todo momento, el poeta debe
saber esperar que ella decida presentarse. Así, debo caminar y hacer camino
para que ella pase. A propósito, comparto uno de los trabajos contenidos en el
libro.
ARRIBAMOS descalzos a
la orilla.
La diástole, la sístole de las olas:
emerge un tronco con apariencia
de hueso prehistórico.
Coreografías de hojas que hiere la
brisa.
Anoche llovió, hoy viento, playa
están limpios, húmedos.
Seguimos un cangrejo por
su camino signado de huellas.
Parecemos ligeros de cosas
para ignorar la cruz y su inri.
Todo sigue como antes.
El mundo apenas cambió.
Nos sentamos sobre una piedra.
La ropa se pega a la carne:
viento y agua nos recuerdan
la condición de los días.