René Castillo, estadista andante y vendedor apasionado

René aparenta tener un carácter fuerte, pero es gran ser humano.

YONNY RODRÍGUEZ | Ojojona

Los personajes caracterizan a los pueblos y enriquecen su cultura. En Ojojona los hay sin novedad ni salvedad. Se los ve andar, estar, interactuar. Todos hemos visto a Alexis René Castillo -René o Renecito- cruzar las calles empedradas o polvorientas de Ojojona con una bolsa de mezcal llena de papeles y apuntes, o con una paila de pan de casa al hombro.

Él conoce los abonos de cada persona que compra rifa y lotería; también supo cuántas refris, televisores postes de luz y casas con puertas en la esquina hubo en el pueblo hasta hace diez años, cuando dejó de llevar la cuenta.

Nos atendió cinco minutos.

De un tiempo acá mudó su manera de ganarse la vida. Hace rato vende pan de casa de las Aguilares: bollos, semitas y enrollados, deliciosos y más baratos. También hace mandados y si alguien le pide que camine de forma sexy, lo hace sin vergüenza y a cambio de nada.

Renecito se viste de manera cómoda. Usa pantalón y camisa formal remangada hasta los codos y por fuera. Completan el atuendo un par de tenis y una gorra. Es hiperactivo e impaciente y cuando camina siempre da la sensación de andar urgido. No se lo ha visto entrar en una iglesia. Es reservado. No usa celular. No viste a la moda. Tiene un hermano, Adalid, de profesión albañil, quien dice llamarse José Javier Rodríguez y poseer dos nombres por un malabar a la hora de registrarlo.

Pronto va a cumplir diecinueve años de vivir en la casa de don  Celestino Rodas Ilovares, conocido bajo el hipocorístico de «Tino», el herrero. «Él ha visto mi honradez, me ha dado donde vivir, nunca me ha pedido ni un peso», confesó mientras se acodaba sobre el puente donde platicamos.

Demasiado tranquilo para ser él.

La vocación de servicio de René lo distingue y lo pone por encima de los demás personajes populares de Ojojona. Ese día iba para Tegus a traer cosas que un señor le encargó,  entre lo pedido  había un barrilete, bombones y confites, para lo cual le asignó un presupuesto de 318 lempiras.

Así supera cada día. Dijo que el desayuno se lo gana con doña Marina, la esposa de don Marcos Cruz, el pulpero, a cambio de ir a quebrarle el maíz. En ese momento pasaba un carro de la Municipalidad, «mire, por ejemplo ese hombre que va allí tiene un buen puesto en la Alcaldía, me quitó fiados treinta lempiras de pan hace seis meses y cuando le cobro se hace el loco», contó con más ironía que rencor.

René es serio, se diría que penoso: no abre de par en par las puertas de su intimidad a nadie. Y ahora que lo pienso, me pregunto quién será su confidente, ¿su almohada, esa que yace en el cuarto de la herrería del pueblo? No sé, pocos lo sabemos. Casi nunca se lo ve reír, como jamás se quita la gorra y, al menos yo, nunca lo vi sentado. Si se le dedica un saludo, lo responde con entera amabilidad y vuelve a su quehacer. Jamás se le ha visto en problemas o mencionar una sandez. Tal vez ha aprendido, en su andanza vital, que pasar desapercibido y revestirse de modestia son grandes cosas: él es uno y es ninguno.

Contó que pronto cumplirá cincuentaicuatro años, el próximo 2 de octubre, treinta de los cuales ha dedicado a vender rifas y loterías. Le pregunté a qué hora se levanta y a cuál se acuesta, respondió que se despierta a las seis y media, pero cuando caiga el catorce, lo hará a las ocho el día siguiente. Dice que se acuesta al terminar el sorteo de lotería de la nueve de la noche.

A propósito, le pregunté cuál es el número que más tiempo lleva sin caer, el cero seis, informó, doce años, y a continuación sacó un fajo de papeles de la bolsa de su camisa y empezó a leer todas las estadísticas hasta llegar a la cantidad de segundos que tiene sin salir premiado.

El estadista del pueblo.


Es de sobra conocido por asistir a los velorios donde dolientes y acompañantes le hacen círculo cuando cuenta chistes o dice adivinanzas, y aunque no cambia el repertorio, la gente siempre se divierte y le prodiga su cariño.

René, juglar, enciclopedia y estadista; pone su parte en nuestra cultura, la ameniza, la recrea y la vuelve atractiva.

SEMBLANZAS ANTERIORES




GALERÍA

El horizonte son sus números, sus clientes.

Explica que por ser domingo, tiene mucho trabajo por hacer.

René es todo un personaje.

Avista posibles clientes, probables deudores...

La humildad de René reflejada en su mirada.

Unas de sus muchas posturas al hablar.


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