¿Solidaridad artística o deshonestidad?


¿Se puede hablar de solidaridad artística? ¿Existe? ¿Debería existir? Este es un tema que he querido abordar desde hace meses atrás.

Todos los que tenemos una cuenta en Facebook y en Instagram hemos visto cierta abundancia de invitaciones a asistir a eventos artísticos y culturales, asimismo, supondré que todos hemos pasado de ellos. Sí, hemos deslizado la pantalla para encontrar cosas más importantes. Desde este punto quiero abordar varios fenómenos que se dejan ver a diario.

Hay algo que se conoce como el ego artístico, es decir, el egocentrismo, una actitud mediante la cual todos deben girar alrededor de aquella persona y de las actividades a las que se dedica, en términos más sencillos, pero no por eso menos amigables, se puede decir que solo lo que cierta persona realiza es bueno y los demás deben rendirle tributos, a manera de un dios, ni más ni menos.

Honduras posee una oferta cultural y artística que no llega ni a regular comparada con países de la región como Costa Rica, Nicaragua y Guatemala, y la mayoría de lo que se hace es bajo esfuerzos personales; los gobiernos poco apoyan o en contraparte, el artista desea que le pongan todo en la palma de la mano.

Un aspecto que influye mucho en el ego de un artista es el contexto social. Muchos de ellos han venido desde abajo, les ha costado llegar adonde están, por ende, su actitud ante el resto de la sociedad es una actitud de doble moral: su arte es un producto y como tal va dirigido a la sociedad, pero al mismo tiempo se le da la espalda.

Esta actitud en las más de las veces estriba en la desidia e indiferencia de las personas antes el aprendizaje, y se comprende, sin embargo, con un sistema educativo nacional como el hondureño, no se pueden exigir resultados a corto plazo.

El segundo fenómeno es la solidaridad artística. Preguntábamos al inicio si existe. Creo que sí. Para tocar este tema debí tocar algunos aspectos como la agenda cultural, la formación y el ego para dar un contexto más o menos entendible de lo que acá se quiere decir.

Todos sabemos qué es un evento en Facebook y también conocemos todas las reacciones al pie de cada publicación. Bien, cuando se crea un evento se invita a cualquier cantidad de amigos, conocidos y personas afines a este. La gente afirma que irá, que le interesa, pero al final ni la mitad de los que dijeron que asistirían lo hizo. ¿Es esto solidaridad o deshonestidad?

Días después se repite la historia, esta vez es otro artista de otra disciplina quien monta un evento y decide publicitarlo en Facebook a través de sus diversas herramientas. Así se va viendo cómo los eventos pasan en su mayoría vacíos. Hay quienes replican por este fenómeno, no obstante, la respuesta ellos mismos la tienen: no hay solidaridad artística, en palabras tajantes: te invito a mi evento, pero no iré al tuyo.

En noviembre recibí un taller con Chus Santos, una storyteller española. Recuerdo que uno de los alumnos tenía una presentación el día de la clausura, él los invitó a todos, pero todos afirmaron que ya tenía compromisos. Al escuchar aquello, Chus se molestó; les preguntó cómo es que se decían artistas y no apoyaban a sus colegas.

Así pinta la realidad. Lo peor es que ni los mismos artistas quieren saber qué pasa a su alrededor, están sumidos en sus talleres planeando cómo salvar al mundo, cuando no se han salvado de sí mismos.

¿Entonces qué se debe hacer? Es fácil: acompañar los eventos de los demás artistas, ya allí, el público es dueño de su opinión respecto a la forma y al fondo de la actividad, pero sobre todo, hay que acuerpar el arte y la cultura, esto derivará en más creatividad y mayor cantidad de manifestaciones. Y si no se puede asistir, al menos se puede compartir y recomendar a otras personas.