Artefactos usados en la minería. |
Este fin
de semana estuve en la ciudad de Yuscarán, departamento de El Paraíso. Fuimos
en un viaje preparado por el Diplomado
en la Enseñanza de las Artes Visuales en Contexto de Riesgo Social. Salimos
antes de las nueve de la mañana y antes de las diez estábamos bajando frente a
la iglesia de la comunidad. Yuscarán está a 68 kilómetros de Tegucigalpa.
Luego de
recibir indicaciones, cada grupo se marchó paulatinamente a realizar sus
trabajos, es decir, buscar los mejores ángulos de toma de siluetas y
claroscuros.
En el
grupo originalmente éramos cinco, pero a última hora se unieron dos personas
más. Nuestros pasos nos llevaron al sur de la ciudad. Bajamos la sinuosa cuesta
donde se instalan las señoras y las jóvenes a vender todo género de frutas y
verduras. Da gusto quedarse mirando la paleta que crean los colores de todos
esos productos agrícolas. Desde allí ya fuimos haciendo fotos; yo me decanté
por las texturas.
Seguimos
por la calle donde se ubica la Destilería Buen Gusto, el lugar donde se fabrica
el aguardiente más potente y famoso de Honduras, el «Yuscarán» o tapón
amarillo. Desde que a uno le faltan muchos metros para llegar al lugar se
siente el latigazo en la nariz. Algunos compañeros de grupo prefirieron pasar
de largo, otros decidieron quedarse a sentir el aroma.
Llegamos
hasta un cementerio con placas de mármol en sus tumbas, luego de las fotos
giramos en U, pero nos atrajo un paisaje verde justo en la vuelta, después
proseguimos y arribamos donde «Doña Tere», la señora que se dedica a la panadería
y en particular, a hacer mazapán, una especie de queque a base de maíz, queso,
margarina y dulce. Al llegar nos regaló uno —y uno se queda sorprendido por la
amabilidad—. A continuación, ordenamos. En promedio cada uno compró veinte
lempiras de aquel delicioso aperitivo.
Salimos
comiendo mazapán de donde doña Tere y diez metros adelante hallamos una casa de
fachada antigua, pero era solo eso, portada; adentro está semiderruida, desvencijado
el techo y húmeda, no obstante, un caramelo visual para los amantes de las
fotos: «Esto es una mina», exclamó Enrique con notable alegría. Medardo, por su
parte, estaba quedito, concentrado retratando la diversidad de ángulos de
aquella habitación.
Hubo
quienes posaron, hubo quienes vieron más detalles que, ya puestos en el camino,
comentamos y que quedamos como con pesar y con envidia del otro por no haber
abierto mejor los ojos, o ser más curiosos, dicho de otra forma. Una fue
Lorena, quien comentó haber mirado un valioso llavín antiguo. Y es que entramos
a la casa faltando diez para las once y a esta hora habíamos acordado vernos en
la Casa Fortín.
Fue mi
primera vez en aquel caserengón, sí,
porque de casa en sí no tiene nada; es un inmueble edificado a mediados del
siglo XIX; fue el hogar de la familia formada por don Daniel Fortín, un
prominente minero, su esposa doña Mariana Ordóñez y sus hijos Daniel, Cornelio,
Celso, Donato y María Concepción.
Es la
típica casa solariega de aquel siglo con su construcción en forma de U, con
patio trasero y un antiguo pozo artesanal o pozo malacate al centro. Consta de
dos plantas, tres pasillos, ático, cocina y baño antiguo. Desde 1982 pertenece
al Instituto Hondureño de Antropología e Historia (IHAH). En 1993 se constituye como Casa de la Cultura de Yuscarán a esfuerzo
del señor Óscar Lezama, y en el 99 pasa
a formar parte de la Red Nacional de Casas de la Cultura bajo gestiones del extinto
German Allan Padget.
Desde 2012
se ha estado constituyendo como museo local que resguarda lo más destacado de
la historia del municipio, de similar manera, alberga y custodia el Archivo Histórico del Real de Minas de San
José de Yuscarán.
Por tanto,
este fue nuestro asilo durante al menos dos horas. Muchos pernoctaron en las
múltiples salas y otros se dedicaron degustar los deliciosos mangos que provee
un árbol crecido en el patio.
Ya para
dejar la casa, nos anotamos en la lista de visitantes y dejamos nuestra
colaboración a fin de que este hermoso proyecto siga difundiendo la historia y
la cultura de esta magnífica y tranquila ciudad del oriente.
A
continuación, buscamos comida. La mayoría nos quedamos en el fresco parque
viendo pasar gente, niños juguetear con el agua de la fuente, los jóvenes
colegiales platicar igual que los amables señores. Era sábado y estaba lleno
ese parque, no sé si siempre está así.
Como a las
dos y veinte tomamos el bus rumbo a la capital. Fue una buena experiencia,
aunque si bien tranquila, hubiera sido más enriquecedora si se nos hubiera
ocurrido contratar guías que nos orientaran sobre el patrimonio cultural.
Al menos
nosotros, nuestro grupo, a deseo y petición de Medardo, asistimos a una pilita
que recibe agua de una antigua bocamina. Allí el agua cristalina se le cae por
los costados y por delante y alza la voz, luego serpertea y se precipita sobre un barranco.
GALERÍA
Aldabas antiguas en Casa Fortín. |
Los famosos gigantones de Yuscarán. |
La pequeña fuente en salida a Tegucigalpa. |
El viejo Pontiac abandonado. |
Fierros de la antigua mina de Yuscarán. |
Mazapán. Tibio y exquisito. |
La bocamina ahora alberga una bomba de agua. |
Fachada tradicional de Yuscarán. |
Hermoso fogón con horno incorporado y chimenea. |
Fachada lateral de Casa Fortín. |
Junto al amigo Óscar Lezama, director de la Casa de la Cultura (Casa Fortín). |